Distopía política
La expresión distopía o distópico es un antónimo de utópico, es decir, la descripción de un mundo catastrófico resultante de múltiples razones, desde catástrofes epidémicas hasta políticas y tecnológicas. Si bien han sido las novelas de ciencia ficción las que más han abordado la figura narrativa, no obstante, el término nos puede ayudar a identificar un conjunto de hechos que, en el ámbito político, conducen a un estado de desintegración política significativo. Hasta ahora la justificación de la violencia, es decir, el que lanzar molotov tiene razón de ser, ha sido lo más destructivo.
Quienes contribuyen a agudizar estos procesos de desintegración política, pueden hacerlo por diversas razones, porque carecen de cierta aptitud para visualizar contextos, porque sus juicios de la realidad los construyen de manera oportunista, o simplemente, debido a que están cegados ideológica o emocionalmente.
Pero, hechos (y dichos) desintegradores también los apreciamos la semana pasada. Así, la iniciativa de dos diputados del partido “Federación Regionalista Verde Social”, que en medio de la actual crisis impulsan nada menos que la anticipación de elecciones presidenciales y parlamentarias. La gravedad de este tipo de iniciativas, que ya habían sido propuestas por parlamentarios de extrema izquierda, radica en que se desconoce o al menos no se quiere reconocer, las reglas propias de una democracia y el régimen presidencial. Más aún, ad portas de un plebiscito que quiere zanjar discusiones como éstas, se propone una medida que por definición debe ser discutida en esa instancia, sea de reforma o cambio constitucional.
Pero más grave aún, es que ocurre en un momento en que el país enfrenta una crisis epidémica de magnitud. Hace dos semanas eran tres casos y hasta el 14 de marzo 61. Y si eso pareciera poco, las noticias internacionales (si se las lee o escucha) pueden ilustrar con meridiana claridad los efectos sanitarios del problema. En buenas cuentas, pareciera ser que la ceguera, sea ésta ideológica, emocional o simplemente por la oscuridad de la crisis, impide visualizar soluciones y termina transformándose en el juego de la pieza oscura, en que el pánico lleva a algunos a gritos de ansiedad, en vez de la búsqueda de la puerta.
Pero, además de los que no logran o no quieren imaginar los alcances ni el contexto actual, surgen con gran velocidad los oportunistas políticos que ven en lo que está sucediendo la ocasión de criticar como insuficientes las medidas que se están tomando para contrarrestar la crisis tanto social como epidémica. A ellos se suman los “religiosos políticos”, que ven todo en clave de culpa y solo quieren identificar culpables en vez de contribuir con soluciones. Así, se critica la acción de la autoridad sin entender que la prudencia de las soluciones debe ser calibrada, es decir, tomar decisiones anticipadas puede no tener efecto e incluso, ser peor.
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