¿DOGE para Chile? Un Estado eficiente para el siglo 21

El problema no es sólo el monto del gasto, sino también su impacto. Según el Monitoreo de Programas Públicos, el 46% de los programas estatales no cumple con los estándares de eficiencia y el 35% no alcanza los objetivos de eficacia.
La pregunta es ineludible y nos merecemos una respuesta: ¿en qué y cómo se gasta nuestro dinero? Mientras el PIB creció un 1,9% promedio anual en la última década, el gasto en personal del Estado aumentó un 9,2%. Solo entre 2022 y 2024, se contrataron 100.000 nuevos funcionarios públicos. Según el Ministro de Hacienda, 28.000 correspondían al gobierno central, y los restantes 72.000 a municipalidades y otras instituciones públicas. Miles de funcionarios y correligionarios, ¿dedicados a qué?. No obstante, con inseguridad, delincuencia y corrupción crecientes, más de 2 millones de personas en lista de espera en la salud pública, falta de cupos y calidad en los colegios municipales y SLEP, entre muchos otros problemas del día a día, los beneficios del mayor gasto estatal no son claros para el ciudadano común.
Para financiar esta creciente brecha entre ingresos y gastos, se ha recurrido a deuda pública, la cual hoy se acerca al límite máximo-prudente de 45% del PIB, desde un 10% hace una década. En 2024, el país cerró con un déficit fiscal mayor al presupuestado, incluso después de disminuir el patrimonio de instituciones públicas como Corfo, reafirmando la urgencia de un cambio estructural en la gestión de recursos públicos.
El problema no es sólo el monto del gasto, sino también su impacto. Según el Monitoreo de Programas Públicos, el 46% de los programas estatales no cumple con los estándares de eficiencia y el 35% no alcanza los objetivos de eficacia. Un informe de Libertad y Desarrollo estima que el 4,5% del PIB se destina a programas sociales con evaluaciones deficientes. Introducir gestión y tecnología del siglo XXI parece indispensable.
Reducir la deuda pública requiere voluntad política y tiene al menos dos caminos. El primero es incrementar los ingresos, lo que podría lograrse mediante mayor actividad económica, dimensión en que, dadas las crecientes regulaciones y normativas aplicadas por celosos funcionarios por ejemplo, se ve difícil. El segundo es con nuevos impuestos. Sin embargo, con impuestos corporativos por encima del promedio OCDE, seguir incrementándolos afectaría aún más la inversión y el crecimiento. Es más, como recomienda Horizontal, lo sensato sería reducir y simplificar el sistema tributario en línea con la OCDE. La conclusión es clara: liderar con crecimiento y eficiencia es el camino.
En relación a eficiencia, hay experiencias internacionales recientes. En Estados Unidos, se creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), liderado por Elon Musk, el que ya ha desvinculado a 110.000 trabajadores federales, eliminado contratos y programas de bajo impacto. Se espera un ahorro de al menos 115.000 millones de dólares, lo que equivale al 1,2% de su gasto fiscal anual. Otro ejemplo es Argentina, en donde desregular y transformar el Estado está en proceso para disminuir la corrupción, desburocratizar y fomentar el emprendimiento y el crecimiento. En su primer año, por ejemplo, recortó 42 mil empleados públicos del gobierno central y logró equilibrio fiscal como describió esta semana en el CEP Federico Sturzenegger, Ministro de Desregulación y Transformación.
Lograr un Estado ágil y eficiente que fomente el crecimiento y la productividad requiere liderazgo y coraje político hoy. Es necesario un cambio radical de mentalidad, alineado a la disrupción tecnológica global y a los profundos cambios en la sociedad chilena, que combine iniciativas de impacto inmediato con reformas disruptivas y estructurales, que focalice una gestión y gasto público eficaz y eficiente, que fomente en el empresariado decisiones de inversión y que “encante” a las personas
con valor real y expectativas de progreso concreto. ¿Habrá algún candidato presidencial con la visión y el liderazgo para apostar por el crecimiento, la productividad y la modernización del Estado para alinearlo al siglo XXI? Muchos chilenos estamos atentos y expectantes.
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