Educación hacia el futuro: volver a lo básico
Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar
Si bien durante este tiempo en pandemia lo que nos quita el sueño son las consecuencias negativas que puede traer en los niños el cierre de escuelas, es clave una reflexión más profunda y de largo plazo sobre cómo esperamos que siga nuestro sistema. Algunos ya se han pronunciado sobre el tema y apuntan a las metodologías de enseñanza, el uso de tecnologías dentro de la sala de clases, el horario de las jornadas, etc. Me parece que la discusión es mucho más primaria. En ello, la pandemia permite una reflexión que hace falta, la educación en su sentido más básico.
Lo primero es la relevancia de la familia. Conocíamos los estudios y los datos respecto de la incidencia de la familia en el desempeño de los aprendizajes del niño, pero quizás nunca antes lo habíamos comprendido como hasta ahora. La familia es la primera educadora del niño de forma natural. Lo reconocen así nuestra legislación y los tratados internacionales, por ello es que los padres tienen el derecho preferente de educar a sus hijos. En este sentido, un sistema de educación robusto y de calidad, debe ir de la mano con una política que fortalezca a la familia. De lo contrario, no solo educar resulta más ineficiente (lo que se aprende en el colegio se olvida en la casa), sino que merma también el sentido de otros principios que nos parecen fundamentales como la libertad de enseñanza y su correlato de que los padres puedan elegir el colegio de sus hijos conforme a sus convicciones y principios.
Por otro lado, se ha valorado la relevancia de la comunidad educativa. Tanto desde su sentido específico como es conseguir un propósito común en el cual todos son responsables, como por el hecho de que somos seres sociables y la relación con los demás también nos forma y es parte esencial de nuestro desarrollo. Así, es en la interacción con los compañeros, profesores, asistentes, que el niño va formando su carácter, adquiere los valores democráticos y aprende a vivir en sociedad, desde el respeto por la autoridad, la solidaridad, la responsabilidad... Por ello la importancia del clima escolar que se forme en el colegio y resguardar una sana convivencia que permita efectivamente inculcar los valores antes dichos, evitando las situaciones de violencia que tanto daño hace a las comunidades.
Por último, la relevancia de los aprendizajes, los que frente a otros males que nos aquejan por la pandemia -como la salud- se ha tendido a minimizar. Los aprendizajes son fundamentales en cuanto permiten el desarrollo intelectual de la persona. No podemos olvidar que es ese precisamente el derecho del educando. En justicia debemos ser capaces de lograr los medios necesarios para su perfeccionamiento. Esto tiene como correlato la relevancia del profesor. Por una parte su calidad y capacidad (especialmente en cuanto conoce la materia que imparte) y el desafío de despertar en sus alumnos ese amor por el conocer, la curiosidad (en su sano sentido) el querer aprender, no solo porque este pueda resultar útil, sino por el saber mismo.
Si bien todo lo anterior puede parecer una discusión desde las nubes, lo cierto es que estos aspectos más esenciales -o básicos- de lo que es la educación, debiera cimentar los caminos sobre los que vamos avanzando, de manera de no hacernos perder al norte de hacia dónde queremos ir. De aquí entonces podemos conversar sobre el currículum, las jornadas, los métodos de enseñanza, los estándares pedagógicos, etc.