Educar para la democracia
Entre los jóvenes existe un rechazo a la democracia. Ellos la entienden como el ritual de votar por algunos candidatos a cargos públicos en cada elección. Esta visión es en extremo sesgada. Una democracia vibrante respeta todos los puntos de vista, en la medida que ellos se expresen con respeto. Nadie es el poseedor de la verdad; ella va adquiriendo forma al calor de las visiones contrapuestas de las personas. La democracia, entonces, es aquella forma de vivir en sociedad con respeto por las opiniones, forma de vivir y decisiones que toman las personas.
Para que ella pueda existir y desarrollarse, es imprescindible que los jóvenes se eduquen en ella. Que aprendan como deben expresar sus opiniones, que entiendan que no deben arrogarse la verdad y que todos los puntos de vista tienen algo de verdad. Ese proceso comienza en el hogar. Continúa en la educación básica y se perfecciona en la educación media.
Al parecer, por las manifestaciones de violencia con las cuales tenemos que convivir a diario en nuestro país, este proceso educativo para la democracia se ha ido perdiendo. Es así como nacen y se difunden las ideologías autoritarias, en las que algunos se arrogan la verdad y el derecho de imponérsela a los demás, incluyendo a ellos que no piensan como uno, incluso violando sus derechos. El lamentable espectáculo de las tomas y paros reiterados todos los años desde 2011 no es más que un ejemplo de lo que estoy diciendo. La violencia en La Araucanía es otro, mucho más grave porque ha habido pérdidas de vidas y de propiedad. La intolerancia con la que grupos políticos se refieren a sus adversarios es una tercera.
¿Qué hacer? En primer lugar, fortalecer la educación cívica en la enseñanza escolar. Relevar permanentemente el valor del diálogo y la discusión. Insistir en que la violencia y la intolerancia no son aceptables como formas de hacer valer las ideas. Y no son democráticas. En la visión utilitarista de la educación se ha llegado a sugerir que la filosofía debiese ser eliminada, para dar más peso a las disciplinas científicas. Craso error. Podemos aprender mucho de filósofos, poetas, novelistas.
Segundo, la educación cívica debiese ser una parte obligada del currículo de los primeros años de la universidad. Es claro que muchos no tienen la formación ética y cívica que requieren para ser miembros creativos de nuestras comunidades. Y esto va más allá de las universidades y colegios. La violencia verbal y la descalificación habitual son ejemplos de lo que afirmo.
Por último, diseñar códigos de conducta para estudiantes en todas las etapas de su formación, demostrando sus bondades para que la experiencia educativa sea beneficiosa para todos y promueva el aprendizaje y la creatividad.
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