Eficacia y control de la crisis sanitaria
Por Fabián Pressacco. Director Magíster en Gobierno, Políticas Públicas y Gobierno, Universidad Alberto Hurtado
La postergación de las elecciones, inicialmente programadas para el 10 y 11 de abril - para el 15 y 16 de mayo - es sin lugar a dudas, una medida necesaria para evitar dos efectos que pueden ser muy nefastos, aunque en ámbitos diferentes: por un lado, un deterioro de la compleja la situación sanitaria con la realización de un acto electoral que movilizará millones de personas; por el otro, una merma en la participación ciudadana que si bien afectará a todas las elecciones que se realizarán en esa fecha, sin dudas afectaría más significativamente a aquella en la que se elegirán a los miembros de la futura Convención Constitucional debilitando la legitimidad de sus miembros así como de su resultado.
Desde ese punto de vista, es una decisión razonable que, incluso puede quedarse corta si es que los datos de la pandemia no mejoran sustancialmente antes de la nueva fecha obligando a una nueva postergación.
No obstante, cabe preguntarse por los costos que esto pueda tener y también por cómo las acciones u omisiones del gobierno han generado en cuadro en donde se hace necesaria esta postergación. La postergación de las elecciones fortalece las posibilidades de aquellos candidatos y candidatas con más recursos, tal como han destacado diversos actores; desnivela aún más una cancha ya dispareja. Viene, por otro lado, a poner una duda más sobre la capacidad del sistema político para tomar decisiones que permitan cumplir con el calendario electoral comprometido, algo especialmente relevante si consideramos la relevancia del proceso constituyente y lo inédito de dos de esas elecciones. Y agrega más incertidumbre en un panorama muy incierto.
El gobierno ha mostrado un rumbo errático y no ha logrado tomar el peso a la magnitud de la crisis. Se observa falta de planificación y un conocimiento precario de la realidad social por parte de la elite política; tampoco se incorporan las evidencias producto de las experiencias en otros países donde se vio que las medidas que se habían tomado en el verano boreal no habían impedido que la crisis sanitaria se agravara.
Con medidas insuficientes en el ámbito socioeconómico; con ayudas mezquinas y con “letra chica”, que no han logrado que las personas se queden en sus domicilios evitando así que muchos chilenos y chilenas sigan saliendo a la calle a buscar el sustento diario, atochando el servicio de transporte y los lugares de compra. Un gobierno que ha tenido una actitud tozuda y un optimismo infundado en lo que respecta a la vuelta a la “normalidad” como lo evidencia su insistencia con la vuelta a clases presenciales en escuelas y liceos. Las críticas al gobierno se han hecho escuchar desde el propio oficialismo.
Pero también ha tomado medidas confusas en el ámbito de la salud. Cuarentenas con escasa fiscalización y, por lo tanto, poco efectivas, el permiso de vacaciones que facilitó el traslado de millones de personas a los lugares de veraneo donde tampoco se ejercieron controles sanitarios eficaces, manteniendo abiertos los aeropuertos para el ingreso y salida de personas, considerando esenciales actividades que no lo son. La exitosa campaña de vacunación no es suficiente si no se toman, al mismo tiempo, otras medidas, algunas de las cuales se adoptaron la semana pasada.
Todo ello ha desembocado en una situación que no observábamos desde junio del año pasado, con más de 7.000 contagios diarios (las proyecciones hablan de que podríamos llegar a nueve mil) y con la red hospitalaria al límite y cada vez menos camas críticas disponibles.
Como en toda crisis, el tiempo y el margen de maniobra son escasos. Con todo, siempre hay posibilidades de tomar un camino distinto pero el gobierno hizo caso omiso a las recomendaciones de expertos y de la sociedad civil que, desde el año pasado, vienen proponiendo la habilitación de formas alternativas de votar como el voto por correo o el voto anticipado; nadie prestó atención a la idea de desdoblar las elecciones en más de dos días.
Si el gobierno se hubiese tomado en serio el calendario electoral, generando un espacio de diálogo constructivo con la oposición y hubiese sido, al mismo tiempo, sanitariamente responsable, podría haberse evitado configurar un escenario en donde, finalmente, la alternativa más razonable ha sido postergar las elecciones.
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