El 12 de octubre
Hablar del 12 de octubre es recordar nuestra historia, con sus altos y bajos, nuestro período prehispánico y nuestra larga etapa colonial de casi trescientos años, es decir, un período más prolongado que el de toda nuestra vida republicana.
Para España y para Europa, el descubrimiento de un nuevo continente trajo consigo grandes transformaciones culturales, económicas y sociales. El fin medioevo daría lugar a una nueva realidad, que cuestionaría las estructuras existentes y plantearía grandes desafíos a los intelectuales de todas las áreas. Como no recordar, que uno de los orígenes del Derecho Internacional actual, y en especial del Derecho Internacional Humanitario, se encuentra en los escritos de profesores de la Universidad de Salamanca Suárez y Vitoria, que reflexionaron sobre los títulos y la forma de la conquista de América, distinguiendo entre la guerra justa e injusta, entre lo que se debía y no realizarse.
Para muchos pueblos de América, la irrupción hispánica fue un tema doloroso, que obligó a la adaptación cultural y a nuevas formas de vida. Para ellos, el descubrimiento fue un encuentro inesperado con una cultura dominante y técnicamente más desarrollada. Tratar, sin embargo, de presentar la historia en términos tales que la época prehispánica estaba dada por un orden social y justo, ausente de guerras y calamidades, carece de todo fundamento histórico. Para una gran mayoría de los pueblos originarios de América, la colonización hispánica constituyó únicamente un cambio de dominador, el cual impuso una nueva estructura social.
La colonización española debe, en todo caso, analizarse y evaluarse a la luz de los principios y circunstancias de la época en que se realizó, y no en consideración a nuestros actuales patrones culturales. Ella fue una colonización regulada, que impuso criterios de culturales y de fe, pero que no buscó, como otras, la negación física del conquistado, su aniquilación o exterminio.
Hoy, podemos disentir o compartir lo sucedido, tal como los españoles debaten sobre la conquista de la península ibérica por Roma, por los germanos y los árabes, más no podemos negar nuestros orígenes culturales. Tenemos en nuestro país raíces múltiples, principalmente españolas e indígenas, como al igual chilenos de origen alemán, italiano, palestino, crota, entre otras.
No es de extrañar, por otro lado, que España celebre su día nacional el 12 de octubre, pues el gesto más grande de esta nación es haber difundido por el mundo sus valores, su lengua, su religiosidad y su cultura, uniendo así a los indígenas de América con los nativos de Filipinas y los habitantes de Guinea Ecuatorial.
Nuestro punto de encuentro actual es la chilenidad, heredera de aquella hispanidad, constituida por una sociedad con una fuerte presencia latina y cristiana y la vigencia del idioma español. Negar ello, es olvidar lo que somos, nuestro origen cultural hispánico, nuestra calidad de habitantes de América.
En momentos en que pareciera que perdemos el rumbo entre el recuerdo y la modernidad, priorizándose por algunos más los actos que desunen que los que fomentan la amalgama cultural, debemos reconocer nuestros orígenes múltiples y concebir un concepto de nacionalidad más amplio y tolerante, para incorporar a los nuevos migrantes a nuestro imaginario colectivo. Al hacerlo, en cierta manera, retornamos a los orígenes de nuestra identidad.
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