Opinión

El alma de las sociedades

El legado del papa Francisco, el primer latinoamericano en liderar la Iglesia Católica. Foto: archivo.

Quizás la muerte del Papa Francisco y la forma como se ha destacado el valor de su legado moral, me estimulan a compartir esta preocupación.

Creo que instituciones tradicionalmente preocupadas de generar y educar valores están en deuda. La Iglesia Católica, formadora de tantos en Chile y cuya crisis quedó al desnudo en el viaje del propio Francisco en 2018, sólo ahora, con el cardenal Chomalí, parece salir de un silencio social de años. Me preocupa el credo evangélico -cuyo valor moral en la zona carbonífera de Lota y Coronel conocí en los comienzos de los 70- transformado en actor político con todas las implicancias de ello. También la masonería, generadora de valores desde la gestación de Chile como nación tiene obligación en esto. Y la educación inicial que tanto inspiró a Gabriela Mistral, con su abandono actual, que abarca también los valores.

Pero hay otra vertiente valórica que inquieta. La política y sus partidos. Muchos llegamos a ellos en tiempos donde reclutaban y educaban con valores a sus militantes, no con recolección mercantil de clientelas. Inculcaban sentido ético a su pertenencia -servidor de los demás y de Chile- y orgullo a la grandeza de sus líderes; respetados por su calidad humana y estadista, no por su poder para conseguir prebendas. En esta segunda vertiente han recrudecido pérdidas valóricas el último tiempo. El frenteamplismo se revuelca en esa declinante superioridad moral con que llegaron, el saqueo del Estado con casos como Democracia Viva, la saturación del aparato público con militantes incompetentes, parlamentarios desaforados por corrupción y otras lindezas. En la derecha, son esas declaraciones impresentables sobre los crímenes de la dictadura que nos retrotrae a discusiones hace años canalizadas consensuadamente en procesos tan señeros como el Informe Rettig, la Comisión Valech y leyes de aprobación casi unánimes. Es esa ultraderecha de nostalgias pinochetistas camufladas en reclamos de orden y seguridad, ofreciendo Trumps, Bukeles u otras preciosuras. Es el espectáculo para el olvido que han dado el PS, figuras suyas y el gobierno con prácticas impresentables sobre la casa del Presidente Allende. Es el PC amparando a dirigentes suyos procesados por casos de corrupción o pretendiendo colar a Cuba como “una democracia diferente”. La recuperación de su rol generador de valores es una necesidad imperiosa del país y clave de su legitimidad.

Los valores mueven a los seres humanos. La dignidad, la solidaridad, la inclusión, el reconocimiento no son abstracciones distantes en las emociones que nos movilizan. Es, finalmente, lo que da credibilidad a las promesas de futuro que gobernantes, empresas, clubes deportivos y todos hacemos día tras día. Solo las sociedades con alma tienen fuerza para ser felices y exitosas. Lo hemos vivido tantas veces ante catástrofes. Lo necesitamos ahora.

Óscar Guillermo Garretón, economista

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