El alto costo para la economía de la inseguridad

Ecoh La Pintana
Foto: @@ECOH_FiscaliaRM

No debería desestimarse el impacto en inversión y crecimiento que podría tener para el país la expansión de la delincuencia y el crimen organizado.



El país ha sido sacudido esta semana por una nueva ola de asesinatos, que en la Región Metropolitana dejó ocho fallecidos. Las autoridades, sin desconocer la crisis en que nos encontramos, han buscado enfatizar que el número de homicidios ha experimentado una caída en relación con el año anterior. Pero ello no es suficiente para despejar la grave amenaza que se cierne sobre el país, particularmente por los devastadores efectos que conlleva la expansión del crimen organizado, el mayor responsable de esta explosión de asesinatos. Muy alarmante resulta constatar que 66 menores de edad fueron asesinados el año pasado. Es otra de las dramáticas caras de la violencia.

El país no puede seguir por este rumbo, y como tantas veces se ha indicado en estas mismas páginas, es imprescindible que este flagelo sea asumido como una prioridad, porque el costo de no actuar a tiempo resulta altísimo .

Una dimensión que suele estar poco internalizada cuando se piensa en los efectos de la inseguridad es su impacto en la inversión y en el crecimiento. Hay abundante evidencia que muestra cómo estas variables se deterioran frente al aumento de asesinatos, los secuestros y la corrupción derivada del crimen organizado. México es un ejemplo de ello, donde producto de este flagelo se ha resentido la inversión extranjera directa. Un reciente trabajo del Fondo Monetario Internacional -a cargo de los economistas Rodrigo Valdés y Rafael Machado-, también ofrece evidencia robusta de su impacto. Analizando la realidad de América Latina, el FMI concluye que el aumento de las tasas de homicidio frena considerablemente el crecimiento, estimando que un aumento del 30% en las tasas de homicidio reduce el crecimiento en 0,14 puntos porcentuales. “La delincuencia entorpece la acumulación de capital, posiblemente porque disuade a los inversionistas que temen al robo y la violencia, y merma la productividad, dado que tiende a desviar los recursos hacia inversiones menos productivas, como la seguridad de las viviendas”, señala.

Estos antecedentes arrojan una luz de alerta respecto de lo que podría ocurrir en Chile de continuar por la senda en que nos encontramos. Para un país que ha visto estancado su crecimiento económico -el segundo trimestre de 2024 el PIB apenas se expandió en 1,6%, con una preocupante caída de la inversión de 8,7%-, desatender los efectos que la inseguridad puede tener sobre el crecimiento resulta irresponsable, sobre todo cuando hay antecedentes que ya muestran que está teniendo efectos medibles. Un estudio de Clapes UC (”Costo Económico de la Delincuencia: Chile 2013-2022″), muestra que los gastos económicos asociados a la delincuencia han crecido un 94% (medidos en dólares de 2022) entre 2013 y 2022, siendo el sector privado el que más invierte. Asimismo, también alerta que como porcentaje del PIB los costos de la delincuencia subieron de un 1,4% en 2013 a un 2% en 2022. El centro de estudios Horizontal, por su parte, estimó que el aumento de robos con violencia e intimidación en el segundo trimestre de 2022 se asoció con una caída del 0,9% del PIB.

La Casen 2022 mostraba que La Araucanía es la tercera región con mayor pobreza multidimensional (19,8%), donde también es un hecho que está entre las regiones que venía mostrando menor crecimiento. La violencia terrorista que por años campeó allí previsiblemente ha sido en parte responsable de este rezago. Es una realidad que podría anticipar los efectos de no tomar medidas enérgicas.