El cómplice pasivo



Por Álvaro Pezoa, ingeniero Comercial y doctor en Filosofía

“Hubo muchos que fueron cómplices pasivos: que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber y tampoco hicieron nada”. Esta frase fue acuñada por Sebastián Piñera en 2013, refiriéndose a los atropellos a los DD.HH. ocurridos durante el gobierno militar.

Usando su propia expresión y aplicándola a la realidad de nuestro país en los últimos años, ¿qué se podría decir de un Presidente de la República que a contar del 18 de octubre de 2019 (y desde antes) ha dejado que la delincuencia y el terrorismo asolen el territorio nacional, sin haber adoptado las decisiones que su magistratura le obliga jurídica y moralmente en defensa de la ciudadanía? Ha dejado hacer a facinerosos de la peor calaña, quienes han atentado contra la vida de muchos chilenos (y se han cobrado varias víctimas fatales), han herido a miles y destruido reiteradamente la propiedad pública y privada, han conculcado el derecho al libre tránsito de millones de personas, dañado la actividad económica y laboral (generando cierres definitivos de comercios y pérdidas irrecuperables de patrimonios y fuentes laborales), han humillado a miles (solo recordar el obligatorio “baila y pasa” a que fueron forzados numerosos conductores), han imposibilitado el uso común de sectores enteros de las ciudades y sembrado el terror en zonas rurales, han incendiado un cuanto hay, tomado colegios, impedido la rendición normal de la PSU.

No solo eso, el Mandatario ha permitido que se vilipendie sin contrapeso a las fuerzas de orden y dio instrucciones de salir a la calle a las Fuerzas Armadas sin conferirles el apoyo debido, cuasi inermes, entregados a su suerte y exponiéndolas abiertamente a perder su autoridad. Ha dejado que se ultraje la estatua del general Baquedano, hasta facilitar su simbólico retiro. ¿Dónde queda el legítimo uso de la fuerza pública que es monopolio del Estado y debe hacer valer el gobernante? ¿Tienen prioridad los derechos de bandidos y asesinos sobre los correspondientes de los ciudadanos honrados, trabajadores y respetuosos de la ley?

Es difícil saber que hay en la conciencia del jefe de gobierno, pero sus acciones y omisiones en esta materia han llegado a constituir un desastre. Si ha querido que no corra sangre, se ha equivocado. Y, además, en la práctica ha elegido derramar la de los inocentes y desamparados. Si ha pensado que las instituciones llamadas a cautelar la seguridad social no están suficientemente preparadas, ha tenido razones, pero al mismo tiempo las ha subestimado al extremo y colaborado en desautorizarlas. Si ha querido salir airoso ante el juicio de la historia de la corrección política impuesta por los organismos internacionales de DD.HH. y la izquierda ideológica se equivoca, pues no dudarán en incriminarlo. En fin, el Presidente se ha convertido, mínimamente, en un cómplice pasivo, sino derechamente en responsable activo.

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