El cura de la vivienda digna

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Por Luis Eduardo Bresciani L., director Escuela de Arquitectura UC

El pasado viernes 24 de julio murió el sacerdote jesuita Josse Van Der Rest, uno de los mayores promotores del acceso a la vivienda digna durante la segunda mitad del siglo XX en Chile.

Proveniente de una acaudalada familia de industriales belga, luego de pelear en la Segunda Guerra Mundial se convierte en sacerdote y más tarde es enviado a Chile. Vive sus primeros años en los campamentos del Zanjón de la Aguada y la emergente población La Victoria, lo que impulsaría su convicción de que la vivienda es más que un techo. Él decía que “dar una vivienda era como poner el parche antes de la herida”, pues el allegamiento y el hacinamiento habitacional eran enfermedades que mataban los valores humanos, destruían a las familias y la convivencia social.

Esas convicciones lo llevaron a crear el programa de viviendas del Hogar de Cristo en 1958, la Fundación Vivienda en 1966 y el Servicio Latinoamericano, Asiático y Africano de Vivienda Popular (SELAVIP) en 1971, fundaciones con aportes privados que impulsan proyectos de vivienda para los sectores más vulnerables de Chile y del mundo, lo que influyó también en fundaciones como Techo Chile y Techo Latinoamérica.

En estos tiempos en que las condiciones de desigualdad se han incrementado con la pandemia, ¿Qué reiteraría Josse Van Der Rest?

Nos volvería a decir que el gasto público en vivienda debe concentrarse en lo que los más pobres no pueden mejorar: el acceso al suelo. Diría que una vivienda y un barrio mejor localizado, con diseños que faciliten su ampliación, adaptación o valorización en el tiempo, siempre será la mejor opción.

Nos diría que la plusvalía del suelo debe ser compartida entre sus dueños y la sociedad que ha invertido en la planificación e infraestructuras que le dieron valor a esos terrenos. Infraestructuras en gran parte financiadas con impuestos que también pagaron los más pobres, especialmente en un país donde más del 40% de los ingresos del Estado son por IVA. Por eso insistía que el Estado debía invertir en dar acceso al suelo y regenerar los barrios más vulnerables.

Nos impulsaría a diversificar soluciones y diseños para radicar a las familias allegadas en sus barrios y campamentos, en lugar de erradicarlas rompiendo sus redes sociales y familiares. Por lo que construir viviendas debía ser un proceso participativo, donde los proyectos también generen organización social e impulso al espíritu de progreso de las familias, como él decía.

Le pediría al sector privado hacer un mayor esfuerzo para impulsar más y mejores proyectos, como lo demostró su propia familia al apoyar estas iniciativas en todo el mundo.  Diría que solo hace falta crear espacios de cooperación y asociación con comunidades, fundaciones y gobiernos locales, para que ocurra.

Nos diría finalmente, que a partir de la actual crisis podemos transformar la inversión masiva en viviendas y barrios, no solo en obras y metros cuadrados, sino en diseños de calidad y procesos que otorgue dignidad, integración y cohesión social a nuestra sociedad.