El daño gigantesco que provocó el cierre de colegios en la pandemia

Colegios


“Nunca debimos haber suspendido las clases. El remedio fue peor que la enfermedad”. El mea culpa de la ministra de Educación inglesa durante la época de Covid, resuena hoy con fuerza cuando estamos viviendo las consecuencias de haber dejado a los niños encerrados en sus casas. Si bien este fue un fenómeno mundial, en Chile fue especialmente duro, ya que los 259 días que estuvimos sin clases lectivas nos colocan entre los países más restrictivos del mundo. Los resultados están a la vista. Diversos estudios dan cuenta del deterioro de los niños post pandemia, tanto a nivel emocional como físico. Y para qué hablar de los más de 50 mil niños que desertaron del sistema escolar y nunca volvieron. Es decir, se trata de una catástrofe.

Y si lo que faltaba era la evidencia concreta de los negativos efectos académicos, en términos de aprendizaje efectivo, esta semana los resultados de la prueba Simce -tomada a los cuartos básicos y segundos medios- dejaron al descubierto una realidad incluso peor de la que estábamos esperando. La suspensión de las clases significó que los resultados de las pruebas de matemáticas y lenguaje tuvieran un retroceso de años para el sistema educativo. Lo más grave sucede en matemáticas, donde en el extremo significa volver a los niveles del año 2000, esto es, perder lo avanzado en más de una década. La merma de aprendizaje equivale en tiempo a un año lectivo en matemáticas y medio año en lenguaje, y significa que el porcentaje de alumnos con conocimientos insuficientes pasó, entre el 2018 al 2022, de 37 a 45%, esto es, casi la mitad de los alumnos del sistema escolar, el que ya venía estancado en términos de la medición Simce desde el 2012. Lo sucedido significa pasar de un escenario malo a uno muy malo.

Cuando este tipo de acontecimientos sucede, es importante, primero, entender qué se hizo mal. Porque más allá de la pandemia, hay que ver si las medidas tomadas fueron adecuadas. En esto, Chile está claramente al debe. El ser uno de los países que más días tuvo el sistema educacional cerrado, hoy lo debemos ver como una grave falla de política pública. En esto complotaron muchas fuerzas. Primero, el gobierno, que decretó la medida. Pero, con el paso del tiempo, hay que reconocer que determinadas autoridades, especialmente el ministro de Educación de la época, Raúl Figueroa, iniciaron una larga cruzada por abrir los colegios, la cual tuvo dos grandes opositores: el Colegio de Profesores y los parlamentarios. El gremio, en una actitud insólita, siempre se opuso a que los colegios retomaran la presencialidad, siendo que ellos, conocedores de los efectos, debieran haber sido los principales promotores de la apertura. Para la historia quedará esta deuda histórica que tienen sus directivos y afiliados con el país. Esto, cabe aclarar, en ningún caso compromete a todos los profesores, muchos de los cuales sí se jugaron por la educación y sus alumnos. Los parlamentarios, por su parte, como lo ha reconocido el propio Presidente Gabriel Boric en dos oportunidades, fueron también responsables al haber insistido en no reabrir los colegios cuando la autoridad así lo planteó.

Pero si no se estuvo a la altura en el problema, ahora tampoco lo estamos en la solución, partiendo porque el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, no quería que el Simce se hiciera y sólo cedió cuando el Consejo Nacional de Educación se lo exigió. Lo más preocupante, sin embargo, es que el plan de reactivación de aprendizajes anunciado es incompleto -está centrado fundamentalmente en lenguaje-; se focaliza sólo en la básica y tiene pocos recursos. En suma, hay que hacer de esto una prioridad para poder recuperar al menos lo perdido. En el caso de los alumnos de segundo medio, el colegio claramente no será suficiente y habrán de ser las universidades las que tendrán que enfrentar el problema, algo que desde ya requiere articulación. Lo que está en juego acá es mucho: una generación completa de alumnos que puede terminar el sistema escolar sin los conocimientos mínimos.

Toda esta discusión sucede la misma semana en que el Ministerio de Salud, abrumado por la crisis del virus sincicial, estudió una posible suspensión de clases y determinó el uso obligatorio de mascarillas en los colegios, algo que no es menor para los alumnos, ya que los retrotrae al período de pandemia. Más allá de las razones esgrimidas por el gobierno, a la luz de los resultados del Simce es importante que las autoridades comprendan algo que es muy simple: suspender las clases no es una opción. Menos ahora. Y hay que tener cuidado con aspectos que pueden parecer inocuos, como el uso de mascarillas, ya que sin duda alterarán el desempeño escolar. En suma, seamos cuidadosos de una vez por todas con la educación de los niños y jóvenes.

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