El derechazo cruzado
Al cumplirse los 25 años del título que logró el Real Madrid en la temporada 1994-1995 de la Liga de España, han sido inevitables las notas del recuerdo, las entrevistas a los involucrados y la repetición de la inolvidable jugada, sobre todo para los chilenos, que significó el 2-1 sobre el Deportivo: habilitación cruzada de Emilio Amavisca, control del balón con el pecho, no sin dificultad, de Iván Zamorano y derechazo al segundo palo que le dobla las manos a Liaño para convertirse en el gol del triunfo y de la conquista del título para el cuadro dirigido por Jorge Valdano.
Zamorano fue el goleador, pichichi, con 28 tantos, y elegido, por varios medios españoles, como el mejor jugador de la Liga. Era una obligación los fines de semana, a veces muy temprano, ver en Megavisión los partidos del Real Madrid acompañados por el nasal relato de Juan Manuel Ramírez. Los derechos del fútbol español fueron comprados por una miseria en 1992 por Milton Millas, como Canal 13 hizo con el ATP Tour justo cuando explotaba Marcelo Ríos, y se transformaron en una mina de oro. Los ratings trepaban sobre los 30 puntos en los partidos más importantes.
El tiempo atenúa y borra las cosas. Esto, más la irrupción de la generación dorada, ha disminuido injustamente el significado, no solo deportivo sino que también cultural, de Iván Zamorano para el fútbol y la sociedad chilena. Y para entenderlo es necesario retroceder hasta 1990, cuando estábamos castigados por la FIFA y éramos los parias del fútbol mundial producto del corte de Roberto Rojas en Maracaná. No es el caso hacer un recuento del desprecio y humillaciones que vivieron los periodistas y dirigentes chilenos en el Mundial de Italia o el tremendo acto de mala educación, la canchereada, de Joao Havelange, quien no vino a la Copa América en 1991, pese a que había aceptado la invitación oficial del presidente Patricio Aylwin, y se apareció dos semanas después en Santiago para participar en el bautizo del hijo de Miguel Nasur.
Éramos parias como ya dije. Nadie nos quería y nos tenían besándoles las botas en Zúrich (dirigentes de la FIFA que, hay que decirlo, terminaron todos presos por corrupción). Entonces, en esa condición de apestados, llegaban las noticias de un gol de Iván Zamorano por el Sevilla, de que su pase se cotizaba cada vez más alto, de que nada menos que el Real Madrid lo tenía en carpeta. Esos goles sacados de RTVE, esas notas publicadas en Marca o AS, ese párrafo de El País donde destacaba las virtudes de un jugador chileno en el oscuro 1990 para nuestro fútbol, hoy podrán parecer muy poca, la nada misma, pero entonces significaron un pequeño motivo de orgullo, una luz, al menos, en la vergüenza total en la que estábamos hundidos.