El derecho a la vida de quien

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SEÑOR DIRECTOR:

Nada pasa por que sí. En 1974, mientras era parte de quienes redactaban la Constitución de 1980, Jaime Guzmán buscó prohibir el aborto en el texto que elaboraba junto a expertos allegados al régimen cívico militar. No lo logró, y ese grupo de constitucionalistas alcanzó un consenso para establecer una norma que le diera libertad al legislador, repitiendo una disposición ya existente en el Código Civil: la ley protegerá al que está por nacer.

Así se mantuvo a salvo el aborto terapéutico vigente desde 1931 hasta 1989, con su derogación en las postrimerías de la dictadura. Ello contó con la participación directa del obispo de Valparaíso, Jorge Medina, quien era muy cercano a Pinochet y lo llamó tanto a él como a los integrantes de la Junta Militar a eliminar la normativa, pues la democracia traería los mismos males que en España, y no habría que desaprovechar el escaso tiempo que Pinochet tendría en el poder.

La historia en un sector del constitucionalismo argumentaría por mucho tiempo que suprimir el aborto terapéutico era por pura consistencia con la Constitución de 1980. Más de cuatro décadas después, los vaivenes políticos han permitido que la derecha que se encuentra a la derecha de Chile Vamos, busque nuevamente la derogación del aborto, esta vez en las tres causales vigentes en nuestro país. Ello no es una mera elucubración, es una constatación, escuchando a sus propios diputados y miembros del Consejo Constitucional.

El reemplazo de la frase “del que está por nacer” por el enunciado “quien está por nacer”, aprobada en el Consejo, busca establecer que el no nacido es una persona. Pareciera ser una disquisición lingüística, sin embargo, las expresiones en un texto legal tienen historia, se interpretan y esto fue lo que ocurrió en la academia, entre políticos, otros actores sociales y ante el Tribunal Constitucional.

Cada una de las tres causales de interrupción del embarazo tiene una historia, de una niña o de una mujer. La ley tiene el rostro que aquellas, que legítimamente amparadas por el derecho, han podido proteger sus vidas y su integridad. Lo que nos debe importar es la vida concreta de las mujeres y niñas como agentes morales que puedan decidir sobre aquello que es mejor para sus vidas.

Lidia Casas

Abogada y directora del Centro de DD.HH. de la Universidad Diego Portales