El Día de la Independencia

Lista del Pueblo


Por Carlos Meléndez, académico UDP y COES

El 16 de mayo, un nuevo actor político emergió en el panorama: los independientes. Aunque con diversos bagajes y trayectorias profesionales, comparten el sentido común del rechazo al establishment político, capitalizando a su favor el anti-partidismo y el supuesto de la novedad como virtud. ¿Estamos ante el inicio de una ola de independientes que acabarán dominando la política chilena como en otros países? ¿O los partidos resistirán y se recuperarán de este round perdido?

Los partidos raramente fallecen de un solo golpe. Por el contrario, pueden languidecer durante años, décadas, e incluso cuando ya se los cree moribundos, siguen tercamente postulando candidatos a cargos públicos. Es quizás el nivel municipal el último recaudo de estas organizaciones. De la mano de algún líder local o de un personalismo aliado, pueden renacer de sus cenizas. A pesar del desprestigio, los partidos son estructuras resistentes que encuentran la manera de sostenerse. Ningún colapso del establishment político es homogéneo. Afecta a unos partidos más que a otros.

Pero cuando los independientes irrumpen en la escena es porque el sentimiento antipartidario ha desbordado cualquier posibilidad de realineamiento. Lo suficiente para ser en sí mismo una idea-fuerza, una simplificación del mundo, un atajo cognitivo que permita conexión inmediata con el defraudado elector. El voto por el inesperado independiente no es tanto mérito de éste sino encono contra el “viejo conocido”. Porque agrupados en colectivos o en listas, los independientes tienen serias dificultades para resolver sus problemas de acción colectiva. Más allá de un sentido común anti-establishment, no comparten reglas para resolver conflictos ni liderazgos reconocidos para llamados al orden. Pueden ganar batallas pero no saben jugar de memoria. Tienen lo suficiente para una temporada inicial, pero no necesariamente para perdurar en el tiempo.

Por eso, la esperanza de vida de colectivos de independientes es menor a la de los saurios partidarios. Por lo que conocemos de países más adelantados en distopías apartidarias como el Perú, los independientes suelen ser más volátiles. Los veremos aparecer y desaparecer, reciclarse y esfumarse. Hoy es la Lista del Pueblo, mañana no se sabe. Suelen ser más fieles con sus causas personalistas que con esfuerzos colectivos. Algunos escalarán a formas partidarias, exitosas según coyuntura; otros simplemente volverán al anonimato.

Pero hay una diferencia en el caso chileno: varios de los independientes parecen estar conectados a núcleos ciudadanos, a muestras de sociedad civil. Quienes han surgido de la mano de cabildos ciudadanos comparten principios de democracia directa que les inscribe el reflejo de la rendición de cuentas con sus electorados. Más allá de representación simbólica, hay posibilidad de una mínima agregación de intereses. Lo más probable, eso sí, es que han llegado para quedarse, según se lo permitan los partidos.