El diálogo como base de la transformación social futura
Por Cristián Valdivieso, fundador de Criteria
Se ha insistido en que uno de los aprendizajes centrales que nos debiese dejar el estallido social del 18 de octubre de 2019 es la necesidad de volver a escuchar. Sin desarrollar la capacidad de escuchar, las instituciones políticas, sociales y las empresas se desacoplan y enajenan de la ciudadanía. Pero no bastará solo con escuchar, necesitamos volver a dialogar. A veces solo oímos, y aunque escuchemos, normalmente volvemos sobre nuestros propios juicios, aquellos que dan sentido a la manera como cada uno de nosotros mira y le da sentido el mundo.
A lo que voy es que el verdadero aprendizaje, la huella indeleble de ese 18 de octubre, ocurrirá cuando volvamos a dialogar, a conversar sin prejuicios ni agendas previas. Personas, empresas e instituciones políticas tenemos que escuchar mucho y dialogar más como una manera de reencontrarnos desde la aceptación de nuestras diferencias. En palabras de Humberto Maturana, en la aceptación de los otros como legítimos otros. Dialogar es un medio y un fin al mismo tiempo. Sin diálogo social, sin entender las posiciones y subjetividades en juego, no saldremos de la trampa de los prejuicios, de las consignas o de los eslóganes vacíos de sentido que nos han tenido empantanados, defendiendo posiciones, antes que los intereses en común que tenemos.
El Presidente Gabriel Boric ha optado por el diálogo, comprometiéndose a buscar, entre los distintos actores en tensión, los puntos comunes que permitan avanzar reconociendo los legítimos intereses de cada grupo. Escuchar y dialogar están en íntima relación con la demanda por mayor inclusión y cohesión social. Si una parte de la sociedad no es escuchada acumula rabia y se segrega socialmente, y ya conocemos las consecuencias de ello.
Hoy vivimos momentos de cambio, donde sobre la mesa hay propuestas y reformas necesarias para hacernos cargo de profundas brechas. Estas demandas están conviviendo con una nueva Constitución en plena redacción, donde el entusiasmo por presentar indicaciones, iniciativas populares de norma o incluso pedir audiencia para opinar, demuestra claramente el interés de la sociedad por involucrarse protagónicamente en el proceso de cambios.
Desde esta perspectiva, el diálogo social al que nos ha invitado el Presidente Boric, no puede quedar solo acotado al Estado. El sector privado, fundaciones y la ciudadanía en general también tienen como responsabilidad el asumir un rol activo en buscar genuinamente entender su entorno para incorporar estas subjetividades y demandas a sus negocios y estrategias.
Las empresas están lentamente aprendiendo a escuchar, otras se han desafiado a dialogar y a transformarse culturalmente al punto, incluso, de desafiar sus modelos de negocio a partir de la genuina escucha con la sociedad.
No es un proceso simple pasar de la escucha tecnocrática basada en encuestas o estudios cualitativos expresados en informes tercerizados a una apuesta por el diálogo en primera persona, escuchando e interactuando directamente con las experiencias, sueños, dolores y aspiraciones de la ciudadanía.
Se ha hecho evidente que, tan importante como la información que se registra, es el proceso social que genera escuchar y dialogar en terreno, creando así las bases de una cohesión social más profunda.
Ya hay empresas que proactivamente están implementando proyectos de escucha social en algunos sectores cruciales para la ciudadanía, buscando crear propuestas que contribuyan a la discusión y a la generación de políticas públicas en base a las opiniones, preocupaciones, exigencias y aspiraciones de las personas. Iniciativas que se alejan de la defensa corporativa de intereses buscando acercar posiciones en torno a intereses comunes con la sociedad.
Si esto continúa y se generaliza, hay una luz de esperanza en que, en un futuro no tan lejano, ya no solo será un grupo de expertos quienes tomarán decisiones sobre lo que el país necesita: el mundo público y privado han entendido que es necesario partir de una base real para encontrar propósitos comunes y que las personas y su voz juegan un rol fundamental para construir el Chile del futuro. Quizá este sea un legado impensado del 18 de octubre de 2019.