El funeral del plebiscito
Chile no necesitaba ayer ni necesitará mañana, un plebiscito constituyente. Lo que Chile necesita es recuperar el estado de derecho, la economía y el sentido común.
El ritmo de Astronomia de Vicetone parte muy bajo pero gradualmente comienza a agarrar vuelo, mientras aparecen uno a uno los portadores de ataúd liderados por el ghanés Benjamín Aidoo. A medida que la música aumenta en intensidad, la sucesión de imágenes se enfoca en un hecho aleatorio y dramático que está por ocurrir: un accidente, una caída aparatosa, una esposa celosa o un cohete defectuoso. Cuando el tono llega al clímax, aparecen los bailarines con el ataúd en los brazos, moviéndose al ritmo de la pegajosa música que por estos días llena de memes las distintas redes sociales.
La misma música se empezó a escuchar en estos días con ocasión de la conmemoración del fallido plebiscito del 26 de abril, suspendido hace más de un mes a partir de la expansión del coronavirus. Si bien partió con un tono especialmente bajo, producto del debate académico y técnico sobre la materia, a poco andar el ruido se hizo ensordecedor, apenas el ministro Blumel (por razones sanitarias) y el Presidente Pîñera (por razones económicas), pusieron una cuota de incertidumbre a la realización del plebiscito en octubre.
En una carta protesta, los presidentes de partidos políticos de izquierda fustigaron al Gobierno por su aparente incoherencia y contrastaron los llamados por un retorno seguro a la actividad económica y comercial, con las dudas sobre la realización del Plebiscito por consideraciones sanitarias ¿Qué país serio posterga sus elecciones? ¿Cómo va a impedir el Gobierno un debate que la ciudadanía pide a gritos?, seguramente se preguntarán los timoneles de los partidos de centroizquierda, ofuscados por la miopía del Gobierno en esta materia.
Pero la verdad, los miopes parecen ser otros. Si ya la realización de un plebiscito después del estallido de violencia que azoló desde octubre al país era impensado; plantear una apertura de la discusión constituyente después del congelamiento económico y social del coronavirus es demencial. Las cifras son evidentes: a la caída en el crecimiento en octubre y noviembre de un 3%, se proyecta un retroceso de entre un 2% y un 4% para todo el año 2020; al millón de desempleados que probablemente existen en la actualidad, se sumarán cientos de miles de empleos precarios más, exonerados de empresas que van quebrando y proyectos de inversión que nunca se llegan a concretar.
Cualquier persona, con sentido común y conocimiento mínimo de la realidad, podrá darse cuenta de que para Chile y el mundo, se vienen tiempos difíciles. Cualquier político de buen corazón y empático, estaría dispuesto a posponer sus prioridades ideológicas, para apoyar a millones de chilenos que la pasarán mal y que no necesitan de una discusión constituyente para extender la incertidumbre un par de años.
Pero el sentido común y la empatía, es lo que más escasea en la oposición chilena. Ninguno de esos políticos va a perder la pega ni verán su empleo suspendido ni el sueldo reemplazado por sus fondos del AFC. A ninguno de esos políticos les van a rechazar un crédito, cuestionar su inasistencia al trabajo o hacer pasar noches de insomnio por temor a enfermarse o perder el empleo. No, ellos tienen su futuro asegurado, estallido de violencia, pandemia o asamblea constituyente de por medio, sus vidas no sufrirán mayores tribulaciones.
Sinceramente espero que los sepultureros ghaneses lleguen pronto a Chile y nos deleiten con su baile mientras enterramos el plebiscito constituyente. Chile no necesitaba ayer ni necesitará mañana, un plebiscito constituyente. Lo que Chile necesita es recuperar el estado de derecho, la economía y el sentido común que hemos extraviado en los últimos meses y que tanto necesitamos para despegar otra vez.
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