El intento del Banco Central para contener el tipo de cambio
Si detrás del alto precio del dólar pudieran estar pesando expectativas de posibles desequilibrios agudos, entonces las medidas deberían ser más amplias, esencialmente en base a ajuste fiscal, lo que sería una señal potente para el mercado.
Finalmente, el Banco Central (BC), luego de que el tipo de cambio tocara los $1.050 en la sesión del jueves, anunció que intervendrá en el mercado cambiario -comprometiendo recursos por hasta US$ 25 mil millones- vendiendo divisas y derivados, esterilizando sus efectos monetarios, y sin alterar su enfoque de política monetaria. Muchos analistas, y también autoridades del Ejecutivo, habían criticado la inactividad del BC, que venía atribuyendo las fluctuaciones cambiarias a factores externos.
El precio del dólar respondió al anuncio de intervención del BC, presentando al cierre de la jornada una baja de $72, manteniéndose por ahora en niveles muy por sobre los que serían de equilibrio, de modo que sigue siendo una fuente potente de presiones inflacionarias.
Es racional intervenir aportando divisas “oficiales” al mercado cuando se entiende que hay un cierto volumen acotado de recursos domésticos buscando refugiarse en instrumentos denominados en dólares. Entonces, para evitar que esa demanda por divisas presione subiendo el precio del dólar, el Banco Central proporciona divisas, desde sus reservas, para estabilizar su valor. Algo de ese escenario está presente hoy. Por una parte, por la expansión del gasto en la economía, en los últimos tres trimestres hasta el primero de este año, el déficit en cuenta corriente a financiar alcanzó los US$ 6.666 millones por trimestre, un incremento de US$ 4.892 millones por trimestre respecto de los tres trimestres equivalentes un año antes. La fuente de abastecimiento para esa mayor necesidad de divisas ha sido, fundamentalmente, la venta al exterior de acciones de sociedades anónimas por parte de accionistas chilenos buscando proteger su patrimonio. Capitales domésticos queriendo salir, en un contexto de mayor gasto que requiere más financiamiento externo, podría leerse como un cuadro transitorio -donde el gasto volverá eventualmente a la normalidad y los capitales buscando salir completan su ejercicio- que da sentido a un aporte acotado de divisas por parte del Banco Central.
Pero también cabe una lectura alternativa: es inevitable que en un futuro próximo se ajuste el gasto de la economía, para volver a niveles sostenibles, lo que requerirá de un mayor tipo de cambio real que el que sería de equilibrio para las condiciones macroeconómicas actuales. Ese ajuste puede ser muy severo si, como se anticipa, vamos encaminados a enfrentar un mundo menos expansivo, con un dólar muy fortalecido, y, como consecuencia, términos de intercambio deteriorados para nuestro comercio internacional. Además, en ese escenario más que posible, el precio nominal del dólar debe también subir para compensar la deflación en dólares que vendría aparejada al fortalecimiento global de esa divisa. Si a este cuadro de necesidad de correcciones agregamos una expectativa de inflación continuada en nuestro país, no puede descartarse como racional una expectativa de valores nominales muy elevados del dólar a futuro, que la intermediación financiera se encarga de transformar en tipo de cambio elevado hoy.
Si bien cuesta imaginar los escenarios de tanto ajuste o tan inflacionarios que permitirían explicar en esta forma el actual tipo de cambio, tampoco es una hipótesis descartable, dada la enorme incertidumbre sobre el futuro de la actividad económica y de la gestión macroeconómica, cuando hay complejas propuestas tributarias y de mayor gasto en el ambiente, y en dos meses existe la posibilidad de que se instaure una nueva Constitución, la que contempla cambios sustanciales en la institucionalidad que enmarca el ambiente de negocios e inversión y la capacidad de gestión del país.
Se ha llegado a un punto en que no parece razonable limitar las acciones del Estado a las que hacen sentido si solo estamos frente a un reacomodo transitorio y acotado de carteras de inversión. Tomar en serio la noción de incertidumbre y de expectativas de desorden ante el ajuste macroeconómico mayor que requerirá pasar de los excesos de gasto e inflación actuales a la estabilidad de precios en las condiciones limitadas que impondrá la economía externa, supone un cambio de enfoque. Si están pesando expectativas de posibles desequilibrios agudos las medidas deben ser amplias, esencialmente en base a ajuste fiscal, que al controlar el gasto liberaría divisas y que sería una señal potente de que el sistema político asumió la actual incertidumbre sobre su capacidad para enfrentar la actual coyuntura y los desafíos de largo plazo.
Por ahora, un Fisco que promueve más impuestos para financiar gastos adicionales y que recién aprovechó la recaudación no anticipada que generó la economía sobrecalentada para dar nuevos beneficios, contribuye al estado de cosas que determina que los esfuerzos de BC se pongan cada vez más cuesta arriba.
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