El legado de Katalin

Katalin Karikó
Drew Weissman y Katalin Karikó reciben la vacuna contra el Covid-19 en la Universidad de Pennsylvania, el 18 de diciembre. Foto: Penn Medicine News.


Por Mercedes Ducci, presidenta de ComunidadMujer

Los primeros días de vacunación masiva nos han hecho ver una luz al final del túnel al que entramos con la pandemia. Un avance que nos pone a la cabeza de la vacunación en toda América Latina. Hemos visto que la confianza en la vacuna ha aumentado respecto de lo que era hace unos meses, y que se instala como un hecho innegable la importancia de la ciencia y el valor que aportan quienes se atreven a abrir caminos de innovación.

Una ventaja que benefició el desarrollo de vacunas en tan corto plazo es que la investigación previa ya estaba avanzada y no se necesitaba empezar de cero. Y entre quienes han contribuido en la solución a esta pandemia, es notable el caso de la investigadora húngara Katalin Karikó. Ella pasó gran parte de los 90 solicitando fondos para su investigación centrada en el ácido ribonucleico mensajero (ARN) y recibía habitualmente cartas de rechazo de los grandes laboratorios. Incluso la Universidad de Pensilvania, donde era profesora, se negó a otorgarle una beca de investigación. Sin embargo, ella siguió adelante, aun sin ser promovida y sin compensación económica por su trabajo extra.

Ahora, la misma idea que ella y otro pequeño grupo de científicos intentó impulsar hace 30 años, sin éxito, le ha permitido a Moderna y BioNTech recibir cientos de millones de euros de fondos públicos para desarrollar en tiempo récord sus vacunas de ARN mensajero. Quedó en evidencia lo fundamental que es recoger las grandes ideas sin prejuicios, e implementar lo importante antes de que sea urgente.

Todo esto cobra especial sentido cuando se celebra el Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia. La historia de Katalin sin duda identifica a muchas científicas en todo el mundo que enfrentan grandes obstáculos para llevar a cabo sus investigaciones. Parten desafiando una educación que aún traspasa estereotipos que proyectan la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas como áreas poco aptas para las mujeres. Ellas tienen aún pocos modelos de rol y, por si fuera poco, les cuesta más acceder a fondos de investigación. Y en este tiempo, además, la pandemia ha afectado desproporcionadamente a las mujeres académicas, ya que aquellas que son madres han tenido que reducir su tiempo de investigación.

Pero también hay buenas noticias: las niñas tienen cada vez más interés en ciencia y tecnología, como se vio, por ejemplo, en el premio Talento Digital de Fundación Kodea. El éxito de Katalin no solo nos reporta a todos y a todas una mejor oportunidad para enfrentar la Covid-19, sino que representa para muchas mujeres que quisieran tener una carrera STEM una esperanza de que los estereotipos están siendo desafiados con éxito, y que eventualmente habrá para las niñas un campo abierto en la investigación, en que podrán desarrollar sus proyectos y serán reconocidas.

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