El legado
Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach
El legado de un gobierno genera polémica en política. Si pensamos que la definición de la RAE dice que se trata de lo “que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial”, o la definición de legado que hace el derecho civil aludiendo a lo que el difunto le deja a quien lo sucede, pudiendo ser un bien o un derecho, es fácil imaginar la razón de la polémica: ¿el legado lo decreta el gobierno o lo deciden las personas dada su percepción?
Durante un largo tiempo se creyó y se practicó la idea de imaginar el legado de un gobierno desde un escritorio y creer que se haría realidad en la cabeza de las personas. Era una acción burocrática (y voluntarista) que prescindía de dos cosas: de la contingencia (como si la vida fuera plana, sin interrupciones) y de la participación de las y los ciudadanos. Hoy plantear nominalmente un legado de espalda a la ciudadanía es imposible. Hacerlo a punta de discursos o declaraciones, sin bienes o derechos tangibles o experiencias que se puedan vivenciar, también es imposible. Entonces, la pregunta del millón es: ¿qué recordarán las personas al terminar un gobierno?
Si pensamos en el fin del gobierno del Presidente Piñera, seguro que el legado que ideó el segundo piso no se parece ni de lejos con aquello que recordarán las personas. Se sabe que más que un buen inicio, se necesita un gran final para quedar en la mente de las y los ciudadanos. Y este fin de gobierno está siendo escandalosamente malo. No hay día en que no existan actos violentos en lo que han llamado la “macrozona sur”, queriendo ligarla siempre a actos terroristas. Quema de camiones, casas, iglesias, maderas, maquinarias; emboscadas y balazos. El estudio de junio de 2019 de la Asociación de Contratistas Forestales estableció que el promedio mensual de atentados sufridos por sus empresas en el gobierno de Piñera era un 33% más alto en comparación con el de la Presidenta Bachelet. Así viven en esos lugares. Personas con sensación de desamparo, angustia y solas. Abandonadas por el gobierno que prometió poner fin a todo aquello.
La pesadilla de “Chilezuela” -término que originalmente un grupo de derecha difundió en RRSS- terminó siendo realidad de la mano de un gobierno de derecha. La “macrozona norte” es un polvorín, a vista y paciencia del gobierno que ha tenido una actitud indolente y de desidia institucional sorprendente. Miles de personas entraban por pasos informales, sin documentos y a vista y paciencia de todos. Y no se hizo nada hasta que la muerte y la violencia estallaron. A 23 días del fin, el Presidente hace un anuncio de tres minutos y recurre al Ejército en la frontera, abandonando la política, la colaboración y el multilateralismo para enfrentar un problema que no se va a resolver con armas ni tecnologías de visión nocturna.
El legado del gobierno de Piñera no es el que su equipo planificó, sino aquello que las personas vieron e incorporaron como experiencia durante estos años. Todo lo demás es un invento palaciego, propio de lo ensimismado que se puede vivir estando en el poder.
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