
El medioambiente y el Papa Francisco

Una de las principales cuestiones por las que el Papa Francisco será recordado es por su encíclica Laudato Si’ sobre el Cuidado de la Casa Común (2015). Es primera vez que la Iglesia edita un documento de tan alta jerarquía sobre la crisis socio-ecológica. Esta novedad no es una ruptura con el pensamiento de sus antecesores –Pablo VI en Octogesima adveniens y Juan Pablo II en Redemptor hominis, por ejemplo–; lo distintivo es la preeminencia con que pone de relieve la crisis climática en el pensamiento social de la Iglesia y la fuerza en que la interrelaciona con el foco que ha tenido el magisterio social por los seres humanos que viven en situación de injusticia y/o exclusión social.
No hay que caer en el extremo de señalar que su “pensamiento medioambiental” es un simple continuismo. Como señalan expertos, Laudato Si’ marca un punto de inflexión: integrando fuentes científicas, bíblicas, sociales y teológicas, Francisco ofreció una visión holística sobre la interrelación entre el ser humano y el medioambiente. Esta es la base de su “ecología integral”, concepto que Francisco, además, incorporó sistemáticamente a la reflexión magisterial.
Merece especial atención el valor que Francisco otorga al medioambiente por sí mismo, más allá de cualquier lógica estructurada en función del beneficio que éste puede ofrecer al ser humano. Lo hizo sin alterar la primacía del ser humano en el orden de la Creación–como equívocamente se pudiera pensar. Sus palabras no distorsionan el antropocentrismo propio de la doctrina cristiana. Su maestría está en resituar esa primacía de un modo tal que permite un tipo de relación que excede la verticalidad de un tradicional orden jerárquico. Su recurrente afirmación de que todo está relacionado se puede entender dentro de esta perspectiva, así como también el rol de mayordomía que el ser humano está invitado a cumplir en este vínculo. Más que un bio o un antropocentrismo, Francisco reposiciona dicha –hasta cierto sentido– falsa dicotomía, a través de una integración (el todo es superior a la parte, podríamos apuntar), que es fiel a los principios que proclamó en Evangelii Gaudium (2013).
La preocupación que Francisco otorgó al medioambiente le permitió situar a la Iglesia Católica en la misma vereda de comunidades que no comulgan con el pensamiento eclesial católico, construyendo, además, puentes con otros credos. Este ímpetu ecuménico e interreligioso se mostró, por ejemplo, en la inauguración del primer “pabellón de la fe” en la COP28 de Dubai, del que fue un gran impulsor. La relevancia de esta temática, además, le brindó oportunidades concretas para que la Iglesia Católica pudiese oxigenar su mensaje a los jóvenes por medio de contenidos que los interpelan en sus proyectos de vida.
El sello medioambiental de Francisco también posibilita el diálogo con perspectivas de mundo distintas a la de la civilización cristiano-occidental y el paradigma moderno. El respeto y apertura con que trata el modo de relación que los diversos pueblos indígenas tienen con la Tierra es fiel muestra de ello, lo que permite trabajar modos de diálogo y acercamiento. Su forma de considerar a la Tierra como un ser [sufriente] (LS2), permite también establecer diálogos con las ciencias de la Tierra que consideran al planeta como un sistema con mecanismos de (des)regulación sistémicos.
El foco de Francisco en la crisis climática es una ventana que permite asomarnos a un rasgo distintivo de su modo de pensar y actuar: la atenta mirada a los signos de los tiempos. Así como lo hizo en Lampedusa, poniendo el foco en la escandalosa crisis humanitaria que se sigue dando en el Mediterráneo, luego lo hizo con el medioambiente y sus sucesivas intervenciones en foros internacionales para clamar por mayor acción gubernamental. En éstas, además, abogaba por un cambio de paradigma (el tecnocrático) que estaría detrás de estas catástrofes socioambientales. La publicación de la exhortación apostólica Laudate Deum (2023) –dirigida a todas las personas de buena voluntad– menos de dos meses antes de la COP28 en Dubai fue una muestra palmaria de su interés por participar activamente del diálogo.
Sería injusto concentrar la faceta medioambiental de Francisco en sus participaciones ante organismos internacionales. Su mirada apunta, por sobre todo, a un objetivo más profundo: una conversión que arranque desde los corazones de cada persona. Es en esa dimensión en la que el ser humano debe probar dónde está su tesoro, preguntándose si realmente le preocupa el cuidado de la Casa Común, tanto para su propio presente como para las futuras generaciones.
Por Cristóbal Emilfork, sacerdote jesuita, PhD(c) en Antropología Socioambiental UC-Davis, MSt en Estudio de las Religiones U. Oxford.
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