El “narco” en los territorios: ¿Guerra contra las drogas o desarrollo urbano integral?

Fuegos artificiales en la población Rosita Renard.


Por Alejandra Luneke, Departamento de Sociología, Universidad Alberto Hurtado; investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) y Centro de Estudios de Conflictos y Cohesión Social (COES)

La noche de Año Nuevo pudimos presenciar fuegos artificiales en distintas ciudades en Chile, pese a su prohibición legal. En algunos vecindarios los espectáculos pirotécnicos duraron incluso dos horas. Estos hechos hablan de la extensiva presencia de bandas vinculadas al tráfico de drogas en los barrios y de las estrategias que ellos despliegan para ganar popularidad social. Diversos estudios realizados en favelas en Brasil, en villas en argentinas o en barrios en Colombia muestran que este tipo de estrategias son exitosas, que les permite coexistir y convivir con vecinos en los mismos pasajes y cuadras y que son posibles porque el “narco” provee beneficios sociales en aquellos vecindarios donde ni el Estado ni los servicios privados lo hacen.

En Chile, nuestras primeras indagaciones mostraban que el desarrollo de estos grupos en vecindarios periféricos data desde mediados de los años ochenta y que su localización no es aleatoria, sino que se asocia a persistentes procesos de exclusión social (Luneke, 2005; Luneke, Ruiz, Munizaga, 2009). No es un fenómeno nuevo. Y, en contrapartida, nuestros estudios recientes evidencian que hoy (y más que en el pasado) casi la mitad de quienes habitan estos territorios declaran estar expuestos de manera permanente al consumo de drogas, a la venta de drogas y a las balaceras entre bandas (INDH, 2019).

Frente a esta problemática, desde 2000 en adelante se han implementado políticas de seguridad en aquellos barrios identificados como vulnerables socio delictualmente. Nuestros análisis indican que sus alcances son muy limitados y son percibidos como insuficientes por quienes residen en ellos. Y es que, como reportan los datos, la segregación socio espacial, la precariedad urbano territorial, el desigual acceso a oportunidades laborales y la casi inexistente oferta pública para el consumo problemático de drogas siguen siendo el principal terreno fértil para el despliegue del control del “narco” en los territorios (Luneke, Varela, 2020).

Hace unos días, el gobierno reimpulsó la agenda contra “los narcos”, movilizando en su discurso la ya conocida estrategia de “guerra contra las drogas”. La persecución penal, el control de armas de fuego y acciones orientadas a un mayor control punitivo son parte de los anuncios. Por cierto, todos necesarios. Sin embargo, la larga y fallida experiencia brasileña, colombiana y mexicana en la materia, así como nuestra propia experiencia, nos muestran que estas por sí solas no tienen ningún efecto.

Hoy, y tras ser testigos de la demostración de poder que estas bandas en nuestras ciudades durante la noche de Año Nuevo, es urgente nos sentemos a pensar e implementar una política de Estado en esta materia. Una política que implique el control policial, la persecución penal inteligente y, especialmente, el desarrollo urbano integral de barrios y ciudades. Es urgente impulsar una política de Estado que se oriente al desarrollo económico, social y urbano, y que trascienda el enfoque bélico que ha fallado en otros contextos.

Esperamos que las autoridades políticas y la sociedad toda sea capaz de restituir la calidad de vida para quienes habitan en los territorios en los llamados márgenes urbanos.