El Plan B
Por Jorge Fantuzzi, economista
A medida que avanza el trabajo de la Convención, aparecen más desilusionados y los que ya piensan seriamente rechazar el borrador de Constitución que se presente. Parece cada vez más posible que esa opción gane el plebiscito de salida, dejando todo en fojas cero.
Por lo anterior, parece razonable pensar en un “plan B”. ¿Será suficiente asumir que si gana el Rechazo se validó la Constitución vigente? ¿O tendremos que buscar nuevas formas de reformar nuestra Carta Fundamental?
El plan B puede tener múltiples diseños; por ejemplo, podría llamarse a una nueva elección de constituyentes para repetir el proceso, o se podría mandatar al Congreso para que vote una reforma constitucional que recoja la tradición constitucional chilena, las propuestas de varios sectores y, obviamente, lo bueno que proponga la Convención vigente.
Lo que pocos advierten es que pensar en un plan B ahora puede ser decisivo no solo para cambiar la Constitución (que de acuerdo a la votación que obtuvo el Apruebo sería el deseo de la mayoría del país), sino también para que gane la opción del Rechazo y el trabajo de esta Convención Constituyente no prospere.
Básicamente, al tener un plan B listo al momento del plebiscito de salida se le reduce el “costo” de votar Rechazo a mucha gente que votó ilusionada por el Apruebo. Es decir, se facilita que los indecisos terminen rechazando porque saben que igual se generará algún cambio gracias al plan B. Si gana el Rechazo, no verían truncadas sus intenciones de que la Constitución vigente en definitiva cambie.
Como es de esperar, hablar ahora de un plan B cae mal en el “Rechazo duro”, porque es un grupo que prefiere la Constitución actual. Sin embargo, en mi opinión, es lo que les conviene si no quieren que prospere la Constitución que avanza en la Convención. Por supuesto, no es este grupo el que tiene que empujar el carro del plan B (estratégicamente es mejor que lo hagan los votantes pivotales); sin embargo, silenciosamente deberían apoyarlo y dar los votos en el Congreso para que se apruebe. Aunque el plan B no los deje con la Constitución actual, al menos les permitirá tener más opciones de terminar con un texto menos radicalizado que el que parece avanzar en la Convención.
La opción del plan B tampoco es popular entre el “Apruebo duro”. El solo hecho de plantear este plan implica un reconocimiento de que su alternativa puede fracasar. No obstante, el temor a un mal resultado es también la mayor fortaleza del plan B, a saber, porque será de fácil negociación en el Congreso, puesto que la posibilidad de terminar con la Constitución vigente sería la peor derrota para el Apruebo.
Para los disconformes del proceso, el momento de perfilar un plan B es ahora. Hay que recordar que el plebiscito de salida se gana con el 50% más uno de los votos. No avanzar ahora en esta alternativa puede resultar en que, aunque la propuesta de Constitución sea mala o muy mala, parezca mejor que la que se está dejando atrás para la mayoría. El plan B, en definitiva, nos da grados de libertad para rechazar si es necesario.