Columna de María José Naudón: El regreso de la censura
Por María José Naudon, abogada
Hablar de censura en nuestros días parece un perfecto contrasentido. Nada más lejano a nuestras aspiraciones que suprimir o vetar expresiones por no ajustarse a planteamientos políticos, morales o religiosos. Por el contrario, la valoración y reconocimiento de la diversidad es hoy un valor central. El concepto en cuestión viene del latín diversitas, cuya raíz es el verbo divertere, esto es, girar en dirección opuesta, haciendo referencia a la variedad, pluralidad o abundancia de cosas distintas. Hasta aquí todo bien.
Sin embargo, el concepto mismo de la diversidad ha cambiado y su giro ha dado origen a la tiranía de lo políticamente correcto, a la cancelación y, digámoslo sin ambages, en ocasiones, a un completo absurdo.
Hace pocos días, un artículo en la revista inglesa The Critic observó agudamente este fenómeno en la escena teatral, ofreciendo un par de ejemplos que pueden ilustrar el fenómeno. El gerente de una compañía teatral de unos cincuenta actores confundió, mientras subía apurado la escalera y en medio de la exigente puesta en escena postpandémica, a dos actores de raza negra llamando a uno de ellos por el nombre del otro. Inmediatamente su acto fallido fue valorado como profundamente racista. El personaje en cuestión fue despedido y la compañía dedicó mucho tiempo abordando el “racismo” expresado en el incidente. Por el contrario, cuando la misma confusión se produjo entre actores blancos no pasó de ser fuente de múltiples bromas por el despiste.
En la misma línea, el prestigioso Globe de Shakespeare anunció orgullosamente una temporada “ciega al género, la raza y la discapacidad”. Como consecuencia de lo anterior, la producción de la comedia de errores Antipholus, cuyo eje es la confusión de dos protagonistas gemelos, fue representada por dos actores de razas diferentes, provocando una inevitable confusión que por consecuencia produjo un desmedro de la obra y abundantes malentendidos en el público.
La crítica frente a decisiones como estas no va en desmedro del enorme valor y necesidad de la diversidad, sino con los nocivos efectos que termina produciendo el tránsito de la corrección política a la paranoia. El principal efecto identificado en los diversos ámbitos de la vida social inglesa es una monumental autocensura que busca evitar el suicidio político, artístico, social o de cualquier tipo, y que ha traído aparejada una horrible pérdida de libertad. Ello resulta perfectamente absurdo si pensamos cuánta sangre se ha derramado en la historia por conquistarla.
Hoy la censura vuelve y lo ha hecho en un formato aún más complejo, pues ya no existe un Fray de Torquemada o un Lord Chamberlain a quien culpar por sus excesos. Los fantasmas de la corrección política y de la cancelación no tienen hoy una forma definida ni una personalidad a la que atribuir la responsabilidad, lo que probablemente los hace aún más peligrosos que los anteriores.
Observar el funcionamiento de la Convención desde aquí puede resultar ilustrador. La valiosa diversidad alcanzada por primera vez en su constitución ha mostrado también los riesgos de la cancelación y la autocensura. Cuando cualquier crítica solo puede explicarse por un mind seting patriarcal, homofóbico o supremacista, el diálogo no solo se entorpece sino queda irremediablemente lisiado. Del mismo modo, cuando la única forma de satisfacer a dichos grupos es entregándoles todo lo que exigen sin poder escrutar de racionalidad sus aspiraciones, damos un paso de regreso, solo que con otros señores.
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