El remedio y la enfermedad
Por José Francisco Lagos, director ejecutivo Instituto Res Publica
A propósito de lo ocurrido con el convencional y su mentira respecto a la enfermedad que padecía, cabe preguntarse si los chilenos hemos caído en el mismo problema respecto a nuestro diagnóstico sobre los últimos 30 años.
La lógica de que hemos sido “víctimas del sistema” ha imperado en el ambiente político. Esto se materializó concretamente en el eslogan “no son 30 pesos, son 30 años” y en el actuar de la izquierda más extrema, al desconocer el proceso de transición democrática y en el de la ex Concertación, al negarse a sí misma. El diagnóstico del victimismo se impuso y, frente a los problemas estructurales que nos aquejaban, la única forma de resolverlo era una terapia de shock institucional, que desembocó en un proceso constituyente que tiene a algunos cuestionando hasta la existencia del concepto “república”.
Todo buen tratamiento tiene que hacerse en base a un buen diagnóstico, de lo contrario caeríamos en el riesgo de aplicar una quimioterapia a un resfrío, lo que ninguna persona de mediano criterio recomendaría. ¿Hicimos los chilenos un adecuado análisis del diagnóstico que nos aquejaba? Al parecer no, porque nos subimos al primer tratamiento disponible, que aparentemente apaciguaba el dolor, pero sin saber si era el remedio que necesitábamos para nuestra enfermedad. Una vez ya subidos a ese barco, fue muy difícil bajarse.
Disputar el relato de los últimos 30 años aún sigue siendo importante, no solamente para la centroderecha y la centroizquierda, sino también para todos aquellos que vimos en ese espacio de tiempo un país donde el esfuerzo y el trabajo de las familias se materializaron en más y mejores oportunidades para ellas y sus hijos.
Una realidad, que por definición siempre es imperfecta, la tiene muy difícil contra una promesa llena de buenas intenciones. El trabajo que se hizo por aterrizar esas imperfecciones, reconociendo los avances, fue débil y tuvo malos resultados en las elecciones. Sin embargo, en el plano general, aún hay mucho en disputa, porque una mentira, por muy popular que sea, sigue siendo una mentira.
Cualquier persona que haya vivido hace 30 años podrá corroborar que en ese Chile no eran 7 de cada 10 estudiantes la primera generación de sus familias en acceder a la educación superior; en ese Chile la salud y la educación no eran las mejores de Latinoamérica; y más de un tercio de las personas estaban bajo la línea de la pobreza.
¿Ha habido problemas? Sin duda. Un Estado incapaz de resolver a tiempo las urgencias sociales, una política ensimismada en sus asuntos, un freno al impulso económico que generó incertidumbre en aquellos que salieron de la pobreza pero que a través de los rasguños evitaban caer de nuevo, y muchos más.
Un buen diagnóstico, hace posible un buen tratamiento. Si nos engañamos con el primero nos frustraríamos frente a la quimioterapia porque nos quedamos con sus consecuencias y también con el resfrío, que por mal cuidado puede convertirse en neumonía.
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