El reporte de desastres de la ONU es una catástrofe informativa
Por Bjorn Lomborg, presidente del Copenhagen Consensus Center
Un nuevo informe de la ONU ha revelado la inquietante noticia de que el número de desastres mundiales se ha quintuplicado desde 1970 y que aumentará otro 40 por ciento en las próximas décadas. El informe constata que más personas están siendo afectadas por desastres y la vicesecretaria General de Naciones Unidas, Amina J. Mohammed, advierte que la humanidad está “en una espiral de autodestrucción”.
Asombrosamente, la ONU está haciendo un mal uso de los datos y su enfoque ha demostrado, repetidamente, estar equivocado. Sus conclusiones dan lugar a grandes titulares, pero no se basan en evidencias.
Cuando la ONU analizó el número de desastres, cometió un error elemental. Básicamente, contó todas las catástrofes registradas por EM-DAT, la base de datos internacional de desastres más respetada, demostró que estaban aumentando y luego sugirió que el planeta debía estar condenado.
El problema es que la documentación de todo tipo de catástrofes en los años 70 era mucho más desigual que hoy, cuando cualquiera con un teléfono móvil puede compartir inmediatamente las noticias de una tormenta o una inundación desde el otro lado del mundo.
Por eso, los propios expertos de la base de datos de desastres advierten explícitamente a los aficionados que no se debe concluir que un aumento de las catástrofes registradas equivale, en realidad, a la existencia de más catástrofes. Llegar a esa conclusión “sería incorrecto”, ya que el aumento solo muestra mejoras en el registro.
Se podría pensar que la ONU lo sabría mejor, especialmente cuando sus altos burócratas utilizan un lenguaje apocalíptico.
No es de extrañar que el cambio climático ocupe un lugar central en la narrativa de la ONU. Su informe advierte que existe el riesgo de que se produzcan más catástrofes meteorológicas extremas a causa del calentamiento global, por lo que urge acelerar la “acción climática”. De algún modo, la organización internacional ha incurrido en la misma falacia básica que muchos de nosotros cometemos cuando vemos que se emiten más y más desastres meteorológicos en los noticieros de televisión. El hecho de que el mundo esté más conectado y veamos más sucesos catastróficos en los medios de comunicación, no significa que el cambio climático los haga más dañinos.
Entonces, ¿cómo podemos medir con firmeza si las catástrofes meteorológicas han empeorado realmente? El mejor enfoque es no contar las catástrofes, sino fijarse en las muertes. Grandes pérdidas de vidas humanas se han registrado consistentemente en el siglo pasado.
Estos datos muestran que los fenómenos relacionados con el clima —inundaciones, sequías, tormentas, incendios y temperaturas extremas— no están matando a más personas. Por el contrario, las muertes han disminuido enormemente. En la década de 1920, casi medio millón de personas murieron por desastres relacionados con el clima; en 2021 fueron menos de 7.000. Los desastres relacionados con el clima matan a un 99% menos de personas, que en los 100 años anteriores.
El informe de la ONU sí incluye un recuento de la “mortalidad mundial relacionada con las catástrofes” y consigue constatar que, al contrario de lo que se desprende de la base de datos internacional sobre desastres, las muertes son mayores que nunca. Llegan a esta conclusión incluyendo, extrañamente, las muertes por Covid-19 en las catástrofes. Recuerden que solo en el 2020 el Covid-19 mató a más personas que todas las demás catástrofes mundiales en el último medio siglo. Agrupar inapropiadamente estas muertes con las de los huracanes y las inundaciones parece diseñado para crear titulares en lugar de comprensión, especialmente cuando la agencia está utilizando los resultados para argumentar a favor de una aceleración de la acción climática.
Lo cierto es que las muertes por catástrofes climáticas han disminuido drásticamente porque los países más ricos protegen mucho mejor a sus ciudadanos. Las investigaciones muestran este fenómeno de forma consistente en casi todas las catástrofes, incluidas las tormentas, las inundaciones, las olas de frío y de calor.
Esto es importante, porque hacia finales de este siglo habrá más personas en peligro y el cambio climático supondrá un aumento del nivel del mar. Si no hacemos nada y solo nos limitamos a mantener las defensas costeras como hasta ahora, vastas zonas del planeta se inundarán de manera rutinaria en 2100, con 187 millones de personas afectadas y daños valorados en 55 billones de dólares anuales, más del 5% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.
Pero obviamente nos adaptaremos, sobre todo porque el costo es muy bajo. Eso significa que en 2100 habrá menos personas afectadas por las inundaciones. Incluso el costo combinado de la adaptación y los daños climáticos se reducirá a solo el 0,008% del PIB.
Estos hechos demuestran por qué es importante que organizaciones como la ONU nos den la imagen real de las catástrofes. La Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres tiene la mala costumbre de hacer afirmaciones infundadas. En lugar de perseguir los titulares con matemáticas dudosas y un lenguaje aterrador, la ONU debería hacerlo mejor y centrarse en defender la importancia de la innovación y la adaptación, para salvar más vidas.
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