El rezago del empleo femenino

Lluvia en Santiago


Por Rocío Espinoza, directora ejecutiva Fundación MC

En las últimas semanas hemos visto con optimismo las cifras de reactivación de empleo que dan cuenta de una recuperación que avanza. La tasa de desempleo en Chile bajó al 8,9% el pasado julio, lo que significa un descenso de 4,2% respecto al mismo periodo del año anterior y la menor cifra desde marzo de 2020, cuando llegó la pandemia al país, según lo informado por el INE.

Si bien debemos reconocer estas buenas noticias, al mismo tiempo que vemos cómo temporalmente se reducen las cifras de contagio, no podemos eludir la realidad de un segmento que sigue rezagado y está al margen de esta recuperación: las mujeres.

Serán los subsidios estatales, las dificultades de retomar las clases presenciales en algunas comunas, los efectos de una pandemia que aún no termina, la incertidumbre. Lo cierto es que hay 660 mil mujeres que quieren trabajar en forma remunerada, pero no pueden hacerlo por distintas razones relacionadas con la crisis sanitaria.

Así como en el segmento de los hombres se ha acelerado el camino de la recuperación laboral, quedando por recuperar solo 18% de los empleos versus pre-pandemia, la brecha es distinta en el caso de las mujeres, donde esta cifra es de un 27%.

El emprendimiento es una de las herramientas concretas que tiene el género femenino en nuestro país para generar ingresos y mantener sus hogares. Esta realidad la vemos concretamente en los programas de fomento al microemprendimiento que impulsamos a través de Fundación MC. En éstos, vemos que el 85% de las beneficiarias son emprendedoras, con una edad promedio cercana a los 40 años. Esto nos habla de una realidad concreta, que es la compatibilización de las labores domésticas con las tareas económicas y cómo la flexibilidad de un emprendimiento propio entrega oportunidades tanto en el desarrollo personal y profesional, así como también en la subsistencia que tanto necesitamos. La emoción y el espíritu de superación que vemos día a día en las mujeres beneficiarias al entregarles herramientas concretas que les permiten mejorar su empleabilidad o sus emprendimientos, es algo que no podemos olvidar. Apoyarlas para lograr esos cambios profundos y transformadores que impulsen su futuro es lo que estamos convocados a hacer.

El rezago del empleo femenino es una deuda pendiente y preocupante. Incentivar la ocupación de las mujeres debe ser uno de los focos centrales de la recuperación. La capacitación, el desarrollo de políticas públicas que incentiven la posibilidad de salir a trabajar, la proliferación de salas cuna, el cuidado de personas dependientes, entre otras variables, deben ser prioridad de aquí en adelante, de modo de reducir la cifra de mujeres que no están siendo incluidas en el empleo formal.

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