El Rubicón del #8M

Servel


Por María de los Ángeles Fernández, analista política y presidenta Fundación Hay Mujeres

La coincidencia con la que tres mujeres reconocidas por su trabajo a favor de sus congéneres han visto truncadas sus aspiraciones de concurrir a redactar la nueva Constitución me traslada a referencias fluviales. Teresa Valdés, Alejandra Sepúlveda y Verónica Undurraga enfrentaron, cada una a su manera, su particular Rubicón. Ese pequeño río que, en la historiografía romana, separaba Italia de la Galia Cisalpina, acompaña nuestro presente con un significado: el de atreverse a correr un riesgo. Es así como, en la investigación politológica se erige como metáfora de las dificultades que encuentran las mujeres en los procesos de selección de candidaturas, las que, según vemos, ni la aplicación de la paridad como principio aminora.

Cierto es que al órgano constituyente no le faltarán mujeres. Llegado el caso, la ley contempla las correcciones necesarias para asegurar la presencia equilibrada de género. Pero el sello de calidad que ellas le imprimirían al corazón del debate constitucional, dada su experiencia, está lejos de lo que se podría esperar de alguien que afirma que “el presidencialismo es un sistema peor que la dictadura”. Dicho por una mujer que aspira a ser constituyente por el D14, desborda el debate entre los tipos de representación, sea esta descriptiva, sustantiva o simbólica, y obliga a fijar la vista a la hora de votar en las cabezas mejor amuebladas.

Otro asunto es que la caída de sus candidaturas llega en el peor de los momentos. Organismos internacionales calculan los retrocesos producidos por el coronavirus en cincuenta años, además de posibles retornos a estereotipos de género de los 50. En Chile, el Consejo Mujer Covid-19 convocado por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género constató “el aumento de los casos de violencia de género producto del confinamiento, un retroceso de más de 10 años en materia de inserción laboral y un importante aumento en la carga de trabajo no remunerado asumido por mujeres dentro de los hogares”.

Es frente a este cuadro que se sitúa el próximo 8M, Día Internacional de la Mujer. Será una fecha difícil de llenar con cualquier lema. Fuera del escenario mundial, entre la misoginia que irradiaba el trumpismo y movilizaciones frenadas por la pandemia, emerge una sensación. Entre la fragilidad estructural de los derechos de las mujeres (y que ya vimos en crisis precedentes como la del 2008) y la luz al final del túnel del proceso constituyente, se instala un presente de urgencias a las que poco ayuda la combinación de inercias con un electoralismo exacerbado. Si nos tomamos en serio la regresión que se anticipa, es imposible eludir interrogantes que también suponen riesgos como, por ejemplo, revisar cómo han venido haciendo las cosas en materia de igualdad de género.

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