Columna de Carlos Correa: El Senado cenado
El fin del Senado no marcará ni más ni menos puntos en la decisión de las personas en plebiscito de salida. Ha generado mucha más pasión y discusiones entre incumbentes que otras decisiones polémicas del organismo constitucional. Cabe preguntarse, entonces, por qué tanta preocupación por el Senado, y cuál es el sistema político que están dibujando los convencionales. Curiosamente ambas preguntas están relacionadas.
Como había sido anunciado desde hace un tiempo, finalmente la Convención eliminó el Senado en su propuesta constitucional. Sobre su muerte hubo nostalgias, duelos y celebraciones en el medio de un silencio de la opinión pública. Un ex senador planteó como argumento la tradición de 200 años de existencia de la Cámara Alta, criterio que por suerte el mismo órgano no tuvo en cuenta en los inicios de la República cuando decidió abolir la esclavitud. Una mediática convencional publicó en sus redes sociales una foto llena de caballeros vestidos iguales para decir que se terminaba una institución oligárquica, con el detalle que correspondía a 1954. El Senado de hoy tiene una representación amplia con partidos grandes y pequeños entre sus integrantes, está el PC después de décadas de exclusión, tiene integrantes pertenecientes a pueblos originarios; andan por sus pasillos populistas, destacadas dirigentes regionales, y hombres de Estado, se mezclan obreros y empresarios, y es bastante más parecido a una foto del nuevo Chile.
En el transcurso del “único proceso democrático que hemos tenido” como lo calificó la presidenta de la Convención, se termina con una institución que a paso lento había logrado incluir más a la sociedad chilena y dejar el triste legado de los senadores designados, que en efecto fueron una traba a las transformaciones que la sociedad pedía. Los actuales pagaron por pecados cometidos cuando siquiera habían sido electos, pues debido a la norma que limitó las reelecciones, quedan alguno que otro de aquellos tiempos.
El fin del Senado no marcará ni más ni menos puntos en la decisión de las personas en plebiscito de salida. Ha generado mucha más pasión y discusiones entre incumbentes que otras decisiones polémicas del organismo constitucional. Cabe preguntarse, entonces, por qué tanta preocupación por el Senado, y cuál es el sistema político que están dibujando los convencionales. Curiosamente ambas preguntas están relacionadas.
El Senado es cierto que ha actuado como buffer, como reconocen partidarios y detractores de la Cámara Alta, aun cuando ha cambiado su composición. No tiene el peso específico que tenía antes de 1973, y la mejor prueba de ello es que el único presidente de este siglo que pasó antes por el Senado fue Sebastián Piñera, quien resultó electo por otras circunstancias. La larga lista de candidatos presidenciales que son o fueron senadores muestra que no es la plataforma de antaño. Su fin tiene esa cosa simbólica de fin de los antiguos tiempos como hizo ver Matamala en una columna en este medio, pero tampoco es una pieza fundamental por sí mismo.
¿Cuál es el sistema que está diseñando la Convención? Pareciera ser a veces que es un régimen presidencialista con menos atribuciones que entonces, con una cámara política con más fuerza que la actual, sin contrapeso en el nivel central. Esto implica entonces que un presidente popular, que logre además mayoría en la cámara podrá desarrollar su agenda libremente. Suena estable en el papel, salvo que sea un populista o un autoritario, como varias figuras que compitieron en la elección pasada. La otra posibilidad es un presidente que enfrente una mayoría fragmentada como ocurre actualmente. En ese caso tendrá que construir acuerdos, una palabra prohibida en estos tiempos, o enfrentarse a un Parlamento desatado como suele ocurrir en Perú. El parlamentarismo de facto muestra que ese fenómeno está ya instalado acá.