El síndrome Chelo Díaz
Corría el minuto 20 del partido más importante que había enfrentado la selección chilena adulta de varones. En el broche de oro de La Generación Dorada, aquella que, vía meritocracia había logrado acallar años de mediocridad y corrupción en la dirigencia deportiva, se enfrentaba en la final de la Copa Confederaciones a la mismísima Alemania. Hasta ese momento, pese a los pronósticos desfavorables de varias casas de apuestas, la selección estaba dominando. En ese minuto, la chambonada del volante Marcelo Díaz, que permitió un gol oportunista de Alemania, derrumbó completamente el estado de ánimo. Más allá del fútbol, la sensación psicológica de la derrota por un error forzado imprevisto no pudo ser superada.
El Apruebo vive un drama similar, en estos días, después de dos semanas donde el entusiasmo se había tomado la campaña. En el comando han tomado nota del despliegue territorial, masivo en varias ciudades y la cantidad de casas con carteles a favor de dicha opción, en contraste con el silencio en el espacio físico de sus oponentes. También ha sido una buena vitamina una franja más fresca, centrada en los derechos sociales, en contraste con la serie de errores de la opción contraria. El Rechazo enfrentaba la polémica por una pieza tolerante con la violencia homofóbica, y trataba de contener las apariciones mediáticas de figuras fanáticas que se dedicaron a sembrar iniquidades en vez de ir por los indecisos. Se estaba produciendo el peor de los demonios: la campaña del Rechazo empezaba a parecerse peligrosamente a la derecha. A diferencia de las dos veces anteriores, donde hubo ese riesgo, nadie de centroizquierda atravesó ningún puente para neutralizar el ácido.
Dos errores no forzados recientes en el Apruebo tuvieron un efecto anímico similar al del mal pase del volante Díaz. En primer lugar, la revelación de contactos del gobierno, todavía no aclarados hasta qué nivel de profundidad, con el terrorista Héctor Llaitul. Cuando estaban bajando los vientos de ese desastre, la performance ofensiva con la bandera chilena realizada por una agrupación en un acto del Apruebo en Valparaíso fue peor aún. Por más que los voceros y el propio gobierno salieron con dureza a condenar el acto, la duda sobre los símbolos patrios y los efectos de la plurinacionalidad se instaló. La complacencia de la animadora en el escenario, una figura mediática del Apruebo, que no tuvo la sapiencia de salir a detener ese desparpajo, fortaleció más aún el daño.
El espacio de confort de la campaña del Apruebo son los derechos sociales, hasta tal punto que las críticas a ellos suenan más a pataleo de quienes solo rechazan por amor a sus privilegios, como mostró una acertada pieza viralizada. El comando había logrado establecer ese tono, reflejado en una buena entrevista al diputado Mirosevic en este medio. El espacio de peligro para su opción es la sobreexposición de la plurinacionalidad. En los votantes indecisos, la imagen de Llaitul evoca solo violencia, y la ofensa en un acto del Apruebo le da la razón a una acertada pieza publicitaria del Rechazo, con diferentes personas evocando, en un acto de unidad, la Canción Nacional.
Volviendo al ejemplo del partido Chile-Alemania, en este caso el Apruebo iba perdiendo levemente por un gol y había logrado tomar la iniciativa. Los episodios de estos días, aunque no muevan la aguja en materia de decisiones de personas, generan un pesimismo fatal para los días de cierre de campaña.
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