El tiempo apremia

cuenta


Por Gloria de la Fuente, presidenta Fundación Chile 21

El discurso presidencial ante el Congreso pleno marca un hito en todas las administraciones. En este caso, se trató de la penúltima cuenta, después de un estallido social y de una crisis sanitaria, económica y social, que ha tenido también consecuencias políticas, como ha quedado en evidencia en los últimos días con el cambio de gabinete y la crisis al interior de los partidos del oficialismo. En tal cuadro, no hay para qué  profundizar en lo obvio, este gobierno se terminó desde el punto de vista de sus ejes estructurantes. Lejos quedó la promesa de una segunda transición que nos llevaría al desarrollo, porque después de todos los acontecimientos vividos, probablemente quedará un triste balance de pobreza y muerte.

Una coyuntura crítica que ha significado un cambio radical de agenda y de las condiciones sobre las cuales se ha forjado nuestra realidad, desafía a esta administración a repensar algo que se ha transformado en una preocupación inherente a los gobiernos, su sello. En efecto, todos buscan pasar a la posteridad para ser recordados por algo, para instalar un juicio histórico respecto al periodo en base a ideas o ejes estructurantes. La mayor parte de las veces, en condiciones favorables. Esta es una idea que se sostiene hasta el final, pero en condiciones de crisis e incerteza sobre el futuro, lograr construir en el vacío es una tarea de proporciones. Ello requiere claridad, flexibilidad y liderazgo para navegar en tiempos aciagos.

A esta administración se le agota el tiempo para trazar ese rumbo en apenas dieciocho meses, es claro que con la incertidumbre sanitaria mundial que aún no encuentra vacuna para el Covid-19, no es posible señalar cuándo las condiciones comenzarán a ser más favorables para volver a cierta normalidad. Con bastante probabilidad la tasa de desempleo va a seguir subiendo, la situación social se tornará aún más complicada y será difícil en este cuadro instalar las condiciones para la reactivación. No obstante, si la actual administración ha leído bien las señales desde la ciudadanía y pese a que no estaba en su agenda, debe reconocer que la única posibilidad de poder hacer frente a la acumulación creciente de malestar, desconfianza, decepción y en algunos casos, rabia, que se ha instalado, es apostar por canalizar institucionalmente dicha situación, para evitar que ella sea leída como traición o incapacidad y el recrudecimiento de la conflictividad social nos lleve nuevamente a un estallido.

Lo anterior implica, garantizando las condiciones sanitarias implementadas por otros países del mundo que han tenido procesos electorales en pandemia, que el plebiscito se realice en la fecha que se fijó luego de que se postergara en abril pasado. Para eso los tiempos se agotan, queda menos de un mes para realizar ajustes legislativos adecuados para garantizar que la consulta se lleve adelante en las mejores condiciones para garantizar confianza e integridad en el proceso.

No hay muchas más opciones que seguir el propio acuerdo que todas las fuerzas políticas decidieron impulsar y que requiere que las mismas se comprometan a respetar. Después de todo, de eso se trata la democracia, estar disponibles a cumplir con el mandato popular y de las mayorías, aún a riesgo de perder.