El toro por las astas

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Tres estudios de opinión conocidos en los últimos días, revelan que una mayoría ciudadana se estaría pronunciando por el Rechazo en el plebiscito de salida que sancionará la nueva Carta Magna para Chile. Lo anterior se suma al protagonismo que va adquiriendo progresivamente el tema constitucional en la agenda pública y al nivel de tensión e inquietud que se ha ido generando en diversos sectores de la elite política, económica, social y cultural del país. Cuando quedan poco más de tres meses para que la Convención Constitucional -de cumplirse el itinerario acordado- entregue una propuesta al país, la incertidumbre sobre el resultado y el texto que resulte aprobado por el Pleno sigue creciendo, pese a que el Presidente Boric ha sido enfático en señalar que lo que se debe someter a votación es una herramienta constitucional que nos acompañará por los próximos 50 años.

De lo que no deberían quedar dudas hoy es que las inquietudes o molestias son transversales en términos ideológicos, políticos e institucionales y que para cualquier analista del cuadro que se enfrenta, dejaron de ser prejuicios, especulaciones o solo parte de una campaña de la derecha o de algún grupo de poder. Lo anterior, porque más allá de que algunas de las fórmulas utilizadas podrían ser parte de las críticas o argumentos contrarios, hay factores endógenos que se han expresado desde la génesis de la Convención, que han ido operando y transformando en realidad comunicacional conductas, actitudes sectarias, discursos impositivos que solo han alimentado los temores de reproducir las dinámicas que en países vecinos condujeron a la configuración de realidades antidemocráticas. Ante esta disyuntiva, van surgiendo diferentes propuestas que van desde la idea de incorporar una tercera vía, la ampliación del plazo de entrega, hasta la posibilidad de dotar al proceso de armonización de mayores atribuciones que permitan dar forma a un texto más coherente y representativo, que evite un posible fracaso que ratificaría la Constitución de Pinochet que se busca cambiar.

Pareciera que los distintos sectores -las mayorías y las minorías- no han logrado asumir la gravedad de un fracaso. No se debe olvidar que el acuerdo de origen surgió como una forma de conducir el descontento expresado en el estallido social y que si se falla se pone una lápida a la vía institucional para contener una crisis social que está latente y muy lejos de haber sido resuelta.

En tal sentido, la Convención y el gobierno deberían tomar nota de las claras señales que surgen en estos días, que se expresan en las últimas encuestas y, ante la inminencia de la etapa final del proceso y sin sesgos de ningún tipo, buscar formas de diálogo que permitan resolver más globalmente un texto constitucional mucho más representativo, que desplace las desconfianzas permitiendo que sean la convergencia y los acuerdos los que trasciendan públicamente, y no los conflictos y desencuentros como ha sido hasta ahora.

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