El Tratado de No Proliferación Nuclear enfrenta su prueba más difícil
Por Hellmut Lagos Koller, diplomático de carrera especializado en diplomacia multilateral y desarme humanitario.
Esta semana se inició la décima Conferencia de Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Aunque desde una perspectiva local pueda parecer un tema bastante alejado de las prioridades nacionales, se trata, sin duda alguna, de una reunión fundamental porque tiene la tarea de evaluar la implementación de un tratado que ha estructurado la seguridad internacional en las últimas décadas. De hecho, este instrumento internacional es considerado ampliamente como la piedra angular del régimen jurídico nuclear y de los esfuerzos globales encaminados a prevenir la propagación de las armas nucleares, promover la cooperación en los usos pacíficos de la energía nuclear y alcanzar el objetivo del desarme nuclear.
Esta Conferencia de Examen tiene un significado especial porque es la primera que se realiza después del aniversario número 50 de este tratado internacional, y por las complejas circunstancias de la actual coyuntura de la seguridad internacional. Con 191 estados partes, se trata de uno de los instrumentos internacionales más universales. Sin embargo, aun cuando todos reconocen su importancia y vigencia, existen diferentes interpretaciones sobre sus resultados. Este nuevo aniversario constituye una oportunidad para realizar una evaluación sobre su implementación y esbozar algunas reflexiones sobre su relevancia en el contexto actual.
Desde una mirada histórica, el TNP es un reflejo de la época en que fue negociado, y proyecta la preocupación de las dos superpotencias de que se produjera una creciente proliferación de armas nucleares. En ese sentido, es innegable que este tratado ha cumplido con el propósito de limitar la proliferación, especialmente si se consideran las alarmantes proyecciones de los años 60. Asimismo, la promoción de los usos pacíficos de la energía nuclear, junto con garantizar el derecho inalienable de todos los países a estas tecnologías, facilitó el acceso de millones de personas a sus diversos beneficios. Cabe destacar también que con la adhesión casi universal al tratado se consolidó una norma global en contra de la proliferación de estas armas.
A pesar de estos resultados positivos en el ámbito de la no proliferación, con el pasar de los años fue creciendo la frustración de muchos estados no poseedores de armas nucleares por el modesto avance en la implementación del artículo VI que se refiere a la obligación de los estados poseedores de iniciar negociaciones encaminadas a adoptar medidas para detener la carrera de armamentos nucleares. En el año 1995, las discusiones sobre la implementación del tratado culminaron en la decisión de su extensión indefinida. Se consolidó de esa manera un reconocimiento universal a los tres pilares del tratado: la no proliferación, los usos pacíficos de la energía nuclear y el desarme nuclear.
Sin embargo, la persistente frustración por la falta de progreso en el pilar del desarme nuclear, y la creciente preocupación por los impactos humanitarios catastróficos de cualquier detonación nuclear, motivaron a diversas organizaciones de la sociedad civil, con el decidido apoyo de un gran número de estados no poseedores, a iniciar la negociación de un nuevo instrumento internacional, el Tratado sobre las Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN). Este nuevo instrumento, ratificado por Chile en septiembre del año pasado, es resistido por los estados poseedores y no pretende reemplazar el TNP, que mantiene su sitial como la columna vertebral del régimen jurídico internacional en este ámbito, pero lo complementa, declarando la ilegalidad de todas las armas nucleares. Sin duda, en esta Conferencia de Examen, muchas delegaciones se referirán a la exitosa primera reunión de las partes del TPAN que tuvo lugar en Viena este año y formularán llamados a adherir a ese tratado que está contribuyendo a la creciente deslegitimación de estas armas.
La Conferencia de Examen tiene lugar en circunstancias alarmantes, ya que ha quedado en evidencia que las doctrinas basadas en la disuasión nuclear no garantizan la paz ni la estabilidad internacional. A ello se suma que algunos incluso han planteado la absurda opción de un uso acotado de armas nucleares. La persistencia de la amenaza nuclear constituye una verdadera espada de Damocles sobre las vidas humanas y el medio ambiente. Este difícil escenario, en vez de desalentar, debe ser enfrentado como una oportunidad para fortalecer la dimensión humanitaria del tratado a través de un documento final que refleje la determinación y el compromiso para poder dar, entre todos, pasos concretos y significativos hacia un mundo libre de armas nucleares.