¿El último espolonazo?
Por Hernán Cheyre, Centro de Investigación Empresa y Sociedad (CIES), U. del Desarrollo
Habiéndose aprobado en el Senado un tercer retiro de los fondos previsionales, el hecho cierto es que luego de éste habrá 5 millones de afiliados -de un total de 11 millones- que van a quedar con un saldo cero en sus cuentas individuales, lo que significa que sus perspectivas de pensión al momento de jubilar serán significativamente peores que las que podía proyectarse antes de los retiros, y que ya eran consideradas -con razón- como insuficientes.
El argumento de que los retiros de fondos son la única manera de poder llegar con apoyo a quienes más lo necesitan no se sostiene en la evidencia. Tal como lo ha señalado el presidente del Banco Central, luego de los dos primeros retiros se observa que un 62% de los recursos obtenidos todavía no son gastados. Y en cuanto a la equidad de la medida, el personero ha entregado una valiosa pieza de información: mientras en el primer retiro, el 20% más rico accedió a fondos previsionales en una relación de 5 a 1 respecto del 20% más pobre, en el segundo, la proporción aumentó a 6 veces; y en un tercer retiro subiría a... ¡9 veces! Esto, sin mencionar que en el primer y tercer retiro los recursos obtenidos han quedado exentos del pago del impuesto a la renta, lo cual significa que el 20% más rico va a acumular un beneficio tributario que se estima en US$ 4 mil millones. ¿A quién va a beneficiar mayormente entonces un tercer retiro? Definitivamente, no a los más pobres.
Tratándose de una política pública deficiente por donde se la mire, ¿por qué se ha perseverado en esta línea? Muy simple: porque el objetivo de fondo de quienes la han impulsado es terminar con el sistema de capitalización individual. Un senador lo reiteró la semana pasada sin eufemismos: “el sistema de AFP no da para más”. ¿Qué tiene que ver eso con los retiros para enfrentar una situación de emergencia? Empezar a drenar los recursos acumulados en el sistema, creando así las condiciones para poder avanzar hacia la instauración de un sistema cuyo eje central sea la constitución de un Fondo Solidario de Ahorro Colectivo, que en esencia es un sistema de reparto -inviable en el largo plazo por una simple razón demográfica, y no ideológica-, pero con un nombre que suena mucho más atractivo.
El sistema de AFP ha sido utilizado como chivo expiatorio en el debate sobre la insuficiencia en el nivel de las pensiones, en circunstancias donde los problemas de fondo -tal como lo señaló recientemente la presidenta de la Asociación de AFP en el Senado, lo que le valió una irrespetuosa descalificación- radican en que el mundo político no se hizo cargo en su minuto de los ajustes que era necesario introducir, y que habían sido diagnosticados hace ya muchos años. Pero eso ya es historia.
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