El valor de la vulnerabilidad

Foto referencial estudiantes


María Cristina Silva forma parte de la Unidad de Apoyo Docente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo.

En su charla Ted sobre la vulnerabilidad, la investigadora estadounidense Brené Brown plantea que esta no es sinónimo de debilidad, sino que de exponerse emocionalmente. Vulnerable es el que se atreve a decir “te quiero” primero, el que se anima a exponer su creación o trabajo aun a riesgo de que se lo encuentren mediocre, el que dice que un planteamiento que ha sido aclamado por muchos, en realidad es una pésima idea populista.

Tras años de investigación y de entrevistas en profundidad, Brown descubrió que las personas que se sentían más satisfechas consigo mismas eran aquellas que asumían su imperfección y acogían la vulnerabilidad como algo propio de su esencia. Estaban dispuestas a la exposición emocional de ser rechazadas, criticadas o, peor, ninguneadas. Esta cualidad las hacía ser más compasivas consigo mismas –y con los demás- y, sobre todo, más “genuinas” (lindo término para un ser humano). En síntesis, Brown postuló que la vulnerabilidad era clave para la satisfacción personal.

Pienso que en el mundo de lo políticamente correcto es muy difícil ser genuino en el discurso. Hay que tener coraje para plantear opiniones que no estén en la línea de lo que masivamente se considera apropiado o adecuado frente a distintos temas.

Si esto es difícil para los adultos, más complejo aún es para los jóvenes.

En redes sociales es posible ver cómo ciertas consignas proliferan a gran velocidad. Para qué decir las temidas funas o las cancelaciones. Quienes las replican, ¿adherirán realmente al fondo del tema en cuestión? ¿Se habrán planteado las interrogantes claves para hacerse cargo de dichas posturas? ¿Habrán realizado el ejercicio de evaluar la legitimidad de los argumentos que sustentan el planteamiento contrario al de ellos?¿O lo harán sin mayores cuestionamientos porque es la tendencia entre sus pares? ¿O, tal vez, se sentirán presionados a manifestarse públicamente –en redes sociales- de cierta manera?

Quienes estamos en la educación de jóvenes y niños debemos invitarlos a hacerse esas preguntas. Sobre todo, debemos motivarlos a atreverse a opinar y a actuar de acuerdo a lo que realmente piensan, a asumir ese riesgo de exposición -esa vulnerabilidad-, para que sus dichos los ayuden a ser personas genuinas.

Este es un tremendo desafío. Es difícil guiar a nuestros aprendices en esta tarea porque es difícil encarnarlo.

Un buen punto de partida es educar en el pensamiento crítico. Acompañar en el proceso de discernir entre hechos probados, juicios, creencias, opiniones, teorías o incluso emociones; de elaborar hipótesis propias y ponerlas a prueba, de tener un enfoque cartesiano y no “tragarse” las ideas de otro sin antes ponerlas en duda y cuestionarlas de manera responsable.

Pienso que todo esfuerzo en esa línea puede ser una contribución al nivel de las conversaciones familiares y entre amistades, a la calidad de las discusiones públicas y, sobre todo, puede aportar a la satisfacción personal.

Una consideración final: también tenemos que transmitir a nuestros jóvenes que no es necesario manifestar opinión sobre todos los temas, que pueden ejercer su derecho a quedarse callados aunque sientan que el medio –o el miedo- les exige definición. A veces se necesita bastante tiempo para informarse. En ocasiones faltan las herramientas para comprender un tema a cabalidad. Otras, simplemente, no dan ganas de opinar.

Hay que elegir bien las instancias en las que vale la pena acoger esa vulnerabilidad.

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