El verdadero clivaje
Si uno escucha los discursos de José Antonio Kast o las arengas de sus partidarios en redes sociales, pareciera que estamos ad portas de decidir en las urnas si seguimos con nuestra democracia o nos vamos derechamente a un régimen comunista. De manera similar los partidarios suelen plantear que debemos elegir entre también mantener la actual democracia, o volver a los días más negros de la dictadura pinochetista. Ambos puntos de vista son evidentes falacias, y ni Kast es el retorno al autoritarismo; por muy conservador que pueda verse a en ocasiones; y por cierto Boric no es ni por lejos el comandante Chávez.
Esas caricaturas expresan muchas veces sentimientos propios y una especie de estrategia contra la neutralidad, planteando que está en juego la salvación de la patria y por tanto no hay que permanecer callado. Pero las recientes encuestas prohibidas muestran que hay una gran cantidad de indecisos en la zona media, a los cuales estas arengas no les hacen sentido, entre otras cosas porque no lo tienen.
¿Qué está verdaderamente en juego, entonces? ¿Cuál será el clivaje que movilizará a las personas ese día, más allá de los partidarios de cada candidatura? Hay que recordar que ambos sacaron menos del 30% y, por tanto, dependen más que en otros balotajes de votos que no tuvieron en la primera vuelta.
Al parecer el verdadero clivaje es orden versus cambio. Para entender ello hay que remontarse a los días posteriores al estallido social del 18 de octubre de 2019, cuando se instaló ese dilema. En las columnas del domingo 3 de noviembre, hubo tres que reflejaron la discusión que vendría. Gonzalo Cordero hizo ver que solo el orden podía garantizar el pacto social. En contrapunto, Daniel Matamala abogó por un cambio amplio con una participación representativa, esbozando caminos constituyentes. En una visión más apocalíptica, Ascanio Cavallo habló del estancamiento de estar gobernado por siempre los mismos, y que la violencia se había convertido en un pentecostés infernal.
Según cuentan varios participantes en el acuerdo de noviembre, la discusión de cuán necesario era el cambio para que no cayera el gobierno y la institucionalidad estuvo en las conversaciones. No es casualidad, entonces, que Boric estuviera ahí, y José Antonio Kast, no. A la larga han sido ambos consistentes en sus discursos. Al diputado por Magallanes no le ha costado moderarse porque cree que el cambio es necesario a cualquier precio, y el representante del Partido Republicano mantiene que la única manera de restablecer la paz social es con el orden y no una nueva institucionalidad.
Este dilema está en las personas, hastiadas del sistema político actual, pero atemorizadas de los cambios violentos y la inseguridad callejera. La mezcla además tiene una desconfianza profunda en la clase política, incluyendo a ambos candidatos. No es tan sencillo de resolver este dilema en quienes no tienen decidido ir a votar y qué votar. Imponer orden en una sociedad fracturada, con una policía desprestigiada puede ser visto como una cierta nostalgia por la DINA y la CNI, como se le salió a Kast en el debate Archi. Tampoco es tan sencillo realizar los cambios que sueña Boric. A manera de ejemplo, el fin de las isapres requiere una reforma legal para la que no estarán los votos disponibles y los caminos extrainstitucionales generan mucho susto. Esa duda sobre ambos puede dejar a muchas personas en la casa. Los discursos de fascismo y comunismo funcionan sólo para quienes ya están convencidos.