Elogio al pesimista

En los próximos días Carlos Montes pondrá fin a su período como Presidente del Senado. El que fuera elegido varias veces como mejor diputado por sus propios pares y que logró su paso a la cámara alta en una reñida elección por la circunscripción oriente de la capital, concluye un mandato en el que –al igual como ha sido toda su trayectoria política- subyacen muchas más cosas de las que se han podido ver o él ha querido mostrar.
Y en momentos donde lo más fácil es disparar contra la política y sus instituciones, creo relevante y justo hacer una pausa, o una excepción, reconociendo el esfuerzo de personas que se han tomado muy en serio su vocación política, al punto de a ratos vivirla de manera tensa y angustiosa. En efecto, Carlos Montes es de aquellos a los cuales les cuesta reír en público, que no manifiesta ningún interés por hacerse el simpático con otros y que -con esa dosis de pesimismo metodológico que ha acompañado su trayectoria política- siempre nos alerta sobre los riesgos del fracaso y los peligros de la frivolidad.
Fue con ese mismo espíritu que asumió la Presidencia del Senado, donde estaba menos preocupado de ser el protagonista de las fotos o las frases rimbombantes, y sí puso más atención en intentar resolver los problemas de legitimidad de una institución tan importante para la República. Cuando el Congreso pasaba por su peor momento de reputación ciudadana, fue Montes el que inició una cruzada por la transparencia, la que le significó librar una dura batalla con muchos de sus pares por su decisión de publicar las asesorías externas de los senadores, informar sobre sus viajes al exterior y viáticos, o dar a conocer los contratos de arriendos de sedes parlamentarias, con asesores externos y publicar las respectivas rendiciones de gastos.
Con Montes también se hicieron importantes avances en la modernización del Senado, como fue el que pudiéramos acceder a la transmisión de todas las comisiones vía streaming, o los innumerables encuentros con técnicos y organizaciones de la sociedad civil, para temas tan relevantes como pensiones, reforma tributaria, derechos humanos o educación; donde además se incorporó de manera permanente a estudiantes universitarios y secundarios. Fue así también que durante este tiempo intentó aglutinar a la oposición en torno a propuestas y posiciones específicas de la política pública, creando el grupo tributario, organizando debates sobre la importancia de fortalecer nuestra democracia o promoviendo otras tantas instancias de coordinación.
Y quizás muchas otras cosas quedan en el tintero, como probablemente ha sido el rasgo de su vida política; esa vida de aquellos que están más preocupados por hacer que de parecer.
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