En perspectiva

Polling station ahead of the upcoming presidential election in Santiago


Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

¿Sirvió para bien que Hitler ascendiera a canciller en 1933, elección mediante? ¿El triunfo de Frei el 64 evitó que un marxista llegara a La Moneda, y el de Allende, el 70, garantizó un gobierno soberano popular en Chile? ¿El plebiscito del 88 trajo consigo “la alegría ya viene” y fin de la dictadura? El apoyo al Brexit en el plebiscito del 2016, ¿ha resultado ser una solución? ¿Haber elegido a Biden eliminó a Trump y el populismo? Podría seguir, pero ustedes captan el punto: las elecciones agravan, no resuelven.

En efecto, no hay nada aquí que no sepamos. Bismarck sostenía que “nunca se miente tanto como antes de una elección, durante la guerra o después de una cacería”. George Bernard Shaw advertía que la democracia sustituye “el nombramiento hecho por una minoría corrupta”, con elecciones “debidas a mayorías incompetentes” (Man and Superman). Tan incompetentes -agreguemos- que pueden avalar que en un futuro próximo se termine con las elecciones y, peor aún, con la política, el pluralismo, y respeto a minorías, es decir, con la República misma. Precisamente en lo que devinieron algunos de los escenarios antes citados.

¿Previsibles hoy? Juzgue usted. Tenemos una elección mañana que, lo más probable, es que siga indefinida. Súmele que dos constituciones -la actual y la que se supone que viene- continuarán por un buen tiempo insomnes, en vilo, cualquiera sea el resultado de la presidencial. En un ambiente, incluso, aún más polarizado de lo que ya está, agitado por soberanismos, vaciado el centro, alta la abstención, descartada toda salida moderada. Un escenario que Pierre Rosanvallon en El siglo del populismo (2020) describe como híper-electoralista, asambleísta, refundacional, tendiente a volverse irreversible. Ideal para que prospere el populismo ya en curso, dentro del armazón institucional existente, dedicado sin embargo a subvertirlo, deslizándolo hacia lo que él llama una “democradura” (democracia + dictadura) mediante prácticas autoritarias dentro de dicho marco legal preexistente, sin golpes de Estado. ¿De derecha o de izquierda? Da igual, en casos como estos los opuestos bipolares más lo que se parecen que diferencian.

Previsibles también otros posibles escenarios. Sucesión de gobiernos (sí, en plural), débiles o superados (lo hemos visto desde el 18-O), habiendo candidatos presidenciales en juego que desde ya anticipan liderazgos de ese tipo; desfonde económico; nuevas asonadas (la otra cara del orden); militares esperando su hora (vivimos en América Latina, no se les puede descartar, con la salvedad que en Chile al quedar desprestigiado el militarismo de derecha cabe esperar que se opte por disciplinar al extremismo de izquierda con visos de legitimidad militar izquierdista)… Siga usted. Si, igual, no faltarán quienes salgan a decir que nadie lo previó.