Encomio a las volteretas
Por César Barros, economista
Uno de los libros más influyentes de Erasmo de Rotterdam fue su Encomium Moriae o Encomio a la Locura (o más bien a la necedad). El libro, mezcla de crítica social, filosófica y religiosa, tenía también rasgos humorísticos. Básicamente, hace ver las ventajas de la necedad, el simplismo y el pragmatismo, por encima de los principios y de la verdad. Los hombres viven felices, en su zona de confort, sin enfrentarse a la verdad ni a los principios. A la necedad la acompaña una corte muy adecuada, que hace más vivible la vida: la adulación, el amor propio, pero, sobre todo, el olvido. Yo, remedando -con todo respeto- al “Encomium” erasmiano, me permito entregar mi “Encomio a las volteretas” de los candidatos de la segunda vuelta presidencial.
Eran dos personajes que, inicialmente, buscaban -más que la Presidencia- hacer un punto político. Uno a que existía una izquierda más a la izquierda de la Concertación, y el otro, a que existía una derecha más a la derecha de Chile Vamos. Y, por esas cosas de la vida, la antigua Concertación renunció a su obra, resultando cuarta en la primera vuelta, y la centroderecha propuso una candidatura mezcla de DC diluida y de post piñerismo, cayendo en la misma instancia. Y dejaron en la pole position a un joven dirigente que apoyó sin reservas “la revuelta” con sus consecuencias y violencia, y a un admirador de Bolsonaro y de la Iglesia pre conciliar.
Pero ahora ambos saben que para gobernar se necesitan los votos de la clase media, que odia la violencia y la inestabilidad, que ama el progreso y quiere mejores pensiones, pero que el ahorro previsional sea “de ellos”. También que aprecia los avances logrados en libertades individuales y el respeto a las minorías étnicas y sexuales. Y así, poco a poco, hemos ido contemplando, a veces con alivio y otras con estupor, las volteretas, pedidas de disculpas y reconocimiento de sus errores, de los de sus amigos o sus socios. Gracias a esas volteretas, los rodeos de este año ya no serán los últimos de la historia. El Ministerio de la Mujer seguirá (y reforzado), Daniel Jadue no será ministro del Interior y no tendremos amistad cercana con Maduro ni con Ortega, creo que tampoco con Bolsonaro o con un Trump II.
En base a estas saludables piruetas, y a un Parlamento paritario, quien salga elegido será un futuro Presidente socialdemócrata, más a la izquierda, o más a la derecha. Y sin ellas, el futuro sería harto más negro de lo que ya es. Además -y salga quien salga-, los gobiernos sabrán que en Chile hay una derecha empoderada, y mucho menos acomplejada que hasta ahora, y que la izquierda no es “la mayoría social en Chile”.
Y los políticos -espero- habrán escuchado la voz de un pueblo que no quiere extremos, tampoco revoluciones de izquierda ni de derecha. Quiere que lo ayuden a progresar en paz - aunque tome tiempo-, a caminar tranquilo por la calle, tener un trabajo estable, justicia a tiempo, maleantes apartados, emprendimiento con las mismas facilidades que reciben las grandes empresas. Que vuelvan los millones de dólares que se fueron y que el general Baquedano regrese a la Plaza Italia. Y si para lograrlo es necesario darse mil volteretas, bienvenidas sean. Al final, gracias por los 30 años de mayor progreso de nuestra historia. Y sí: el Metro valía 30 pesos más, cosa que comprendimos cuando fue destruido y nos dejaron a pie. Y no agradezcamos nada a la violencia: no es la partera de la historia, es la madre del retroceso, del odio y de la derrota. Vamos a votar tranquilos, según nuestras convicciones, y también según nuestras propias y razonables volteretas.
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