Envejecimiento, economía plateada y pensiones

Adultos mayores favorecidos con rebaja de contribuciones alcanzan el mayor número desde que existe el beneficio


Germán Lobos es académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Talca y director proyecto Centro de Estudios para el Envejecimiento Activo (C2EA).

Algunos fenómenos están marcando nuestro futuro como sociedad. Por ejemplo, más personas viviendo solas, familias con menos hijos, migraciones en aumento, alta tasa de envejecimiento. Todo ello en un contexto de pérdida del orden mundial, pandemias, conflictividad social, sequía y calentamiento global. En definitiva, nuevas tendencias para un futuro que sentimos más incierto.

Chile está envejeciendo muy rápido. Dos factores contribuyen significativamente a explicar la alta tasa de envejecimiento poblacional. Primero, la tasa global de fecundidad de 1,8 hijos por mujer es menor que la tasa de reemplazo, es decir, el número necesario de hijos para que la nueva generación reemplace a sus padres. Segundo, la esperanza de vida de la población de 80,5 años, la segunda mayor esperanza de vida media de América sólo después de Canadá.

Si tomamos datos de los dos últimos Censos de Población y Vivienda (2002 y 2017), la población de personas mayores creció un 66 por ciento en un periodo de 15 años, lo cual significa que la tasa anual de crecimiento fue de 3,4 por ciento. A este ritmo hacia el año 2050, un 35,5 por ciento de la población chilena será de personas mayores y habrá 151 personas mayores por cada 100 jóvenes y niños de 14 años o menos (este indicador se conoce como índice de envejecimiento).

Muchas veces vemos el proceso de envejecimiento como algo negativo, asociado a la soledad, problemas para recordar cosas, pérdida de redes y roles sociales, deterioro cognitivo, pérdida de funcionalidad, es decir, como una carga para la familia y el Estado.

Muchas personas siguen pensando en este tipo de vejez, de 60 años o más (tercera edad), de 80 años o más (cuarta edad) o de 100 años o más (centenarios). Un cambio de paradigma debería llevarnos a ver el proceso de envejecimiento como una etapa de la vida, de más madurez, experiencia de vida, un cúmulo de conocimientos y sabiduría, que en algunos casos requiere de acompañamiento psicosocial, pero siempre es necesario contar con adecuadas políticas públicas.

Un estudio publicado de Nature Medicine reportó algo sorprendente: investigadores de la Universidad de Stanford concluyeron que a partir de los 34 años comienzan a detectarse los primeros signos de envejecimiento.

El envejecimiento poblacional es un fenómeno que puede ofrecer grandes oportunidades. Pero hay que activarlo con capacidades; por ejemplo, para gestionar nuevos emprendimientos, o para incorporar herramientas gerontotecnológicas, además de proyectos y programas sociales para la gestión del tiempo libre.

En otros casos habrá que dar respuesta a la demanda creciente por atención de salud física, bucal, mental, financiera y alimentaria; además de una multiplicidad de otros productos y servicios de atención a las personas mayores. El envejecimiento no es sólo la oportunidad de satisfacer una demanda creciente, sino que también una oportunidad para que las personas mayores continúen haciendo una contribución económica y aportando a la construcción social del país.

Estas son las ideas centrales de lo que el BID ha llamado ‘La Economía Plateada’, vinculada al cambio demográfico producido por el envejecimiento de la población, cuyo enfoque se centra en las necesidades y demandas de las personas mayores.

¿Y las pensiones? Claramente no mejorarán en el corto plazo con 4, 6 o 8 puntos de cotización adicional. ¿Y el componente solidario? No se puede obligar a las personas a ser solidarias, porque la solidaridad es un valor humano, interno, que depende de cada uno y normalmente no se anda publicitando. ¿Y entonces? Como sociedad pongámonos de acuerdo, opciones hay; por ejemplo, una gran reforma tributaria, un flujo acotado de emisiones de bonos soberanos, o transferir toda la recaudación por impuestos específicos a los combustibles (que se supone eran para pagar indirectamente por el uso de las carreteras) exclusivamente para pensiones.