Es el neoliberalismo
Enrique Correa ha sostenido que luego de cuatro meses de crisis, la economía ha tenido meses malos (olvidando que nuestra capacidad de crecimiento se debilita), pero los factores clave de su solidez macroeconómica siguen sólidos. La reputación de sus instituciones políticas ha sufrido daño, pero funcionan normalmente. Todo ello mostraría la solidez del andamiaje político y económico-financiero chileno. ¿Cuál es entonces el problema que nos aqueja? Para Correa, lo malo es el estallido social, que la oposición no condene con energía la violencia, que exista un clima de desconfianza hacia las instituciones y el creciente fanatismo. Por consiguiente, la causa de la crisis no es una “explosión inmensa contra el neoliberalismo”, sino “solo” el resultado del desplome de los sectores vulnerables de la clase media (un simple percance), el peligro de retornar a ser pobres, todo ello agudizado por el estancamiento económico.
Ya el concepto “desplome” es dudoso, pues los malos salarios, las pésimas pensiones, las listas de espera en la salud pública y los altos costos de la privada, y la mala y desigual educación, vienen desde hace mucho tiempo y las condiciones no habían sido mejores. El neoliberalismo se caracteriza por el retiro del Estado de la actividad económica, la renuncia a controlar el poder económico, el debilitamiento de la organización social y sindical en particular, y el abandono de toda aspiración a garantizar salud, educación y pensiones como derechos universales. Su política social se focaliza en los más pobres y postula que los sectores medios se las deben batir solos en medio de la mercantilización de la política social. Es, en consecuencia, el modelo neoliberal la causa del estallido social y el cuestionamiento de las instituciones básicas del sistema político. Ello tiene como consecuencia un funcionamiento nada de normal del Ejecutivo y sus organismos dependientes: obsérvese por ejemplo la incapacidad de restablecer el orden de manera consistente con la defensa de los DD.HH.; un Presidente errático, que se ha visto obligado a olvidar su programa de gobierno y su coalición dividida respecto de la nueva Constitución (NC). Al mismo tiempo, se consolida la crítica al “hiperpresidencialismo”, al centralismo, al desequilibrio entre los derechos y la demanda por una NC.
La negación de la crisis del neoliberalismo y sus instituciones es seguida por una descripción deplorable del proceso constituyente: lo más probable es que “después de un duro vía crucis construyamos una nueva estabilidad, más cara y un país más inseguro”. Niega (como la ultraderecha) la posibilidad de la voluntad ciudadana de concordar una NC que abra paso a un Chile más igualitario, más democrático y descentralizado, y con ello más integrado y cohesionado, condición indispensable para avanzar al desarrollo.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.