¿Es la desalinización una solución a la escasez hídrica?
Por Fernando Yanine, académico de la Facultad de Ingeniería, Universidad Finis Terrae
La escasez de agua es, sin lugar a duda, un problema mundial y Chile no está ajeno al fenómeno. Por el contrario, hay una creciente escasez de agua en varias regiones y zonas del país.
La desalinización puede proporcionar un suministro de agua crucial para las comunidades afectadas por el cambio climático y para aquellos sectores con suministros de agua poco confiables. Sin embargo, no es una solución única a la crisis del agua. Más bien, es un complemento al uso responsable de las fuentes tradicionales de agua. Más aún, la desalinización se ha promocionado como “la solución” al problema de escasez de agua; pero la desalinización no es una panacea. Es un proceso exorbitantemente costoso, requiere grandes cantidades de energía, tiene efectos colaterales adversos para el medio ambiente y, además, solo es viable para las comunidades costeras.
Examinemos el caso en Chile de la compañía Andes Iron por ejemplo, que ofreció abastecimiento de agua desalinizada para consumo humano para el 100% de la comuna de La Higuera, en Coquimbo, garantizando el derecho de acceso al agua, llegando a un acuerdo con los dirigentes de la comunidad. Esto sumado a otras medidas, según un reportaje publicado por el diario La Tercera del 12 de enero de 2022, tendrían un costo de US$400 millones aproximadamente durante la vida del proyecto. La acción, según el citado artículo, beneficiaría a un total de 4.271 habitantes y se prolongará durante 25 años, que es el periodo de vida de la iniciativa. Sin embargo, Greenpeace, uno de los actores en contra del proceso de conciliación determinado por la Corte Suprema, cuestionó el acuerdo por considerar que es adverso al medio ambiente.
Hay más de 18.000 plantas de desalinización en más de 150 países de todo el mundo (“Desalinización: el futuro del agua” https://blogs.iadb.org/agua/en/desalination-the-future-of-water/), y esta se está convirtiendo en una importante fuente de agua potable; el caso de Israel es un buen ejemplo. Más de 300 millones de personas dependen de estas plantas para fines municipales, industriales y agrícolas. Chile, que ya cuenta con 18 plantas, pretende construir en el desierto de Atacama la planta desalinizadora con energía solar más grande de América Latina para satisfacer sus demandas mineras y de agua municipal.
Sin embargo, la desalinización no es una solución sin desafíos. Los altos costos de producción y transporte limitan su impacto positivo en áreas rurales dispersas, y la eficiencia energética sigue siendo uno de los problemas más difíciles para estas plantas desalinizadoras, cuyos costos de energía pueden alcanzar entre el 35 y el 50% de los costos operativos totales. También está el de las aguas residuales de salmuera generadas por las plantas desalinizadoras tienen efectos ambientales negativos. Afortunadamente existe tecnología suficiente para abordar estos problemas, haciendo que la desalinización sea más sostenible y asequible.
No cabe duda que, a juzgar por el tenor del acuerdo ofrecido por la empresa Andes Iron a la comunidad de La Higuera, el acuerdo alcanzado supone que el proyecto tendría un impacto profundamente beneficioso en los recursos hídricos locales, lo que a su vez puede reducir la desigualdad y mejorar ostensiblemente la calidad de vida de sus habitantes.
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