Espacio y tiempo político
Por Hugo E. Herrera, profesor titular, Derecho UDP
El tiempo es condición de la historia. La historia ocurre como reiteración o como acontecimiento. Usualmente se reiteran los hechos y esperamos que los asuntos sucedan una y otra vez de maneras iguales o parecidas. Así podemos preverlos, calcular lo que ocurrirá. Esa es la reiteración. La historia también es acontecimiento. El acontecimiento es la historia en sentido eminente. Adviene una época histórica cuando irrumpe algo nuevo, algo que no era previsible. Acontecimiento fue la fundación de la moderna república norteamericana; acontecimiento la revolución burguesa en Francia; acontecimiento, a otra escala, pero acontecimiento el octubre chileno.
Diversos signos permiten notar retrospectivamente que estaban desencadenándose procesos en el nivel más profundo o tectónico de la historia. Pero en sus momentos respectivos esos hechos fueron auténticos acontecimientos: emergencias de sentido que alteraron no solo uno o más hechos, sino el horizonte mismo de las mentadas épocas. El mundo de los colonos norteamericanos, de los franceses, nuestro mundo de la transición se alteró.
La política se desenvuelve también, empero, en el espacio. Queda trunca la consideración histórica que descuida lo espacial. Los hechos se despliegan en un universo que permite la coexistencia de los individuos y las cosas. Inauguralmente nos hallamos en un mundo circundante: en una tierra, junto a otros, en distintos grados de cercanía y afecto. El período estival es ocasión de tomar consciencia de la espacialidad, como lo ha sido también la pandemia y los diversos tipos de restricción al desplazamiento.
El espacio puede vivirse como dotado o desprovisto de significado, como abierto o encierro agobiante; como naturaleza o entorno artificial y contaminado; como campo fecundo o tierra devastada; vecindario vital e integrado o barrio dormitorio.
En un inicio, la experiencia del espacio es una experiencia de sentido. El mundo circundante nos provee de base firme, de nutrición y abrigo, de un todo vital y estético. De estas tres maneras -como suelo, alimento y paisaje-, el espacio -la tierra- como que nos acoge. Es por contraste con las maneras artificiales en las que el poder confecciona el mundo que podemos percatarnos de hasta dónde la relación con la tierra y el paisaje es primordialmente significativa: la relación con un todo espacial de sentido.
La consideración del espacio es relevante para la política. Hasta qué punto el malestar que llevó a octubre es espacial, es asunto discutible; lo que no es discutible es que el malestar es también espacial. Masas hacinadas en una capital segregada y congestionada; regiones inveteradamente abandonadas, en las que se extiende la sequía, el desierto y las zonas de sacrificio, son asuntos importantes en un grado tal que permiten decir que aquí la crisis del espacio se volvió acontecimiento histórico.
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