Estigma en la salud mental: un problema de salud pública

EL PERAL
Mario Téllez / La Tercera


Muchas personas que viven problemas de salud mental experimentan vergüenza, aislamiento, marginación y, muchas veces, describen las consecuencias del estigma como peores que la propia enfermedad y sus síntomas.

El estigma puede estar en relatos sociales y culturales, en la vida comunitaria, en las actitudes de familiares o personas cercanas y, lo que es peor, en la estimación que la propia persona hace sobre sí misma. Se trata de prejuicios que asocian los problemas de salud mental con debilidad, descontrol o incluso poca capacidad de la persona y, cuando estas etiquetas son internalizadas, impactan de manera destructiva sobre la autoestima.

El estigma tiene consecuencias en las conductas de las personas, empeora sus condiciones de vida y genera discriminación real. Esto ocurre por parte de su entorno, la sociedad y las instituciones, así como en todos los espacios. Las consecuencias del estigma también afectan las relaciones interpersonales y amorosas, la educación, el trabajo, la vivienda, limitando oportunidades y siendo, lamentablemente, una barrera para el acceso a servicios sociales y de salud, los que tienen por objeto precisamente hacerse cargo de estos problemas.

Hoy sabemos que las personas con diagnósticos psiquiátricos pueden retrasar, terminar prematuramente o dejar de buscar tratamiento por miedo a la discriminación. Esto es tan peligroso que, en los casos de trastornos más severos, hay personas que llegan a fallecer hasta más de una década antes que la población general. El estigma es, sin duda, un problema que puede estar contribuyendo de gran manera al sufrimiento de estos pacientes y a esta menor expectativa de vida.

Las personas con diagnósticos de salud mental tienen, además, una peor salud física como consecuencia de que estas condiciones ocultan el resto de las necesidades de una persona, muchas veces, impidiéndole hacerse cargo de ellas. Esto significa que el diagnóstico oportuno y el tratamiento adecuado de enfermedades como el cáncer, la diabetes y un sinfín de trastornos que producen profundo daño o, incluso, la muerte, se ve obstaculizado por el estigma hacia la salud mental.

La salud mental es una prioridad que debe ser asumida por la sociedad en su conjunto. Es necesario romper los mitos asociados a las condiciones de salud mental y a las personas con diagnósticos que viven con ellas. La aceptación transversal de diversas condiciones de salud debiera constituir un propósito cotidiano y sostenido de cada uno de nosotras y nosotros.

Sin embargo, estamos conscientes que el estigma no podrá ser eliminado hasta que construyamos políticas transversales para mejorar la salud mental de la población, para apoyar a la vida independiente y la inclusión social de personas que viven con estos diagnósticos.

En el gobierno del Presidente Gabriel Boric nos hemos comprometido a que las personas no estarán solas para enfrentar sus necesidades de salud mental y que las políticas sociales las acompañarán, mejorando sus condiciones de vida y creando entornos sociales libres de discriminación.

Hace falta educar y educarse, compartir experiencias, hablar abiertamente sobre estos temas y sin juzgar. Al abordar este tema debemos partir de la base que las personas con diagnósticos de salud mental no solo tienen derechos que deben ser respetados, sino que también son capaces plenamente de asumir responsabilidades. Queremos que puedan vivir vidas independientes y significativas, siendo estudiantes, trabajadores, vecinos, madres y padres, hijos e hijas, parejas, o lo que deseen.

Nuestro compromiso como gobierno está en la construcción de una mejor salud mental para todas las personas de nuestro país, poniendo nuestro mayor esfuerzo para que las personas puedan vivir vidas plenas y saludables. Confiamos que esta es una meta en la que nos podemos encontrar de manera transversal. Para que nadie vuelva a estar sola y solo.

Por Ximena Aguilera, ministra de Salud, y Cristóbal Cuadrado, subsecretario de Salud Pública

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