Esto recién comienza
Por Óscar Guillermo Garretón, Economista
La sociedad chilena ha llegado a niveles altos de autonomía de la política. Su misma abigarrada heterogeneidad solo coincide en querer más y en entender que sus caminos se han distanciado de la política tal cual ha sido por decenios. Mientras la política se comporta como si su vida se jugara de aquí al día de la elección, la sociedad solo inicia un largo camino para reencontrarse con una común identidad de nación y para reparar el monumental desmantelamiento económico y político que este período le lega. Quien llegue a gobernar tendrá la vida muy difícil.
El orden político está cuestionado y también sus protagonistas de tiempo completo. Reconstruirlo es una tarea larga, donde todo indica que la Convención Constituyente, aun si logra superarse a sí misma, difícilmente arribará a un ordenamiento constitucional y legal que resulte legítimo para todos. Sospecho que los tiempos para lograrlo serán mucho más prolongados.
El orden económico ya está en el suelo. Cuando la burbuja de los retiros y el IFE se desinfle o explote, nos quedará un país radicalmente más pobre, con un estado también empobrecido y más precario; con un empresariado de vocación transnacional mirando con rechazo lo que en Chile ocurre y asociado con redes internacionales de inversión y comercio que no lo condenan a quedar recluido en lo nacional; con un mundo económico global que cambia su percepción sobre Chile y puede fácilmente “tirar la cadena” al país si los riesgos financieros y amenazas a sus inversiones terminan afectados.
La sociedad puede ser “moderada” como se suele afirmar. Pero eso no la ancla en el centro. La autonomía frustrante de propósito que tomó la política respecto a ella, independizó esa moderación. La impulsa a tantear en las desmesuras de la ultraizquierda caminos para su protección y sus sueños de prosperidad, y en la extrema derecha, respuesta a su demanda de protección frente a la delincuencia, el narcotráfico y lo que inevitablemente comenzará a perder económicamente. Quien gobierne estará en riesgo de decepcionar rápidamente, si el escenario futuro es tan difícil como se prevé. Y en un clima polarizado, la alternativa más clara que deriva de esa decepción, es aquella del polo contrario. Agreguemos que esto se facilita por la crisis manifiesta de los actores políticos. La izquierda no oculta las fuertes discrepancias entre quienes quieren un cambio en democracia y los que creen en la ruptura de esta: irrumpen cada día de campaña en cuestionamientos mutuos. La derecha vive su propia crisis. Si alguno de ella pasa a segunda vuelta, será este quien queda posicionado para rearmar sus restos.
Sí, vivimos el comienzo de un camino azaroso, que solo terminará cuando la sociedad reconstruya una identidad común, una política en la que confíe lo suficiente y una economía que vuelva a darle la prosperidad que otrora el crecimiento le permitió.