Ética en tiempos de coronavirus

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Estamos en medio de una crisis mundial, quizás una de las más grandes de los últimos tiempos, y aunque parezca inverosímil lo que estamos viviendo, es muy real y, por lo mismo, debemos hacernos cargo y ser conscientes.

Como en toda crisis, sale lo peor y lo mejor de lo nuestro. Es así como hemos visto la especulación de precios de artículos de primera necesidad, como el alcohol gel y mascarillas, el aprovechamiento de empresas e incluso el acaparamiento e individualismo de quienes llenan sus carros desabasteciendo los supermercados.

Justamente, en enero pasado, se realizó la 50ª edición del Foro Económico Mundial, conocido como el Foro de Davos, en el que se dio a conocer un manifiesto actualizado al existente (1973), que tiene un único y gran objetivo: construir un mundo más sostenible e inclusivo, traspasando un nuevo rol a las compañías en la cuarta revolución industrial.

De esta manera, tanto las personas como las organizaciones, independiente del tamaño o rubro, tenemos responsabilidades y debemos responder a ciertas exigencias, las que cada vez se miden con la vara más alta. En ese contexto, el mensaje que se da conocer en el manifiesto de Davos 2020 se enfoca en los valores y temas éticos. Y hoy, en tiempos de pandemia, es momento de aplicarlos, porque esta es una crisis global que nos hará reinventarnos y cambiar la cara de las empresas. Luego se verá quién estuvo a la altura de las circunstancias, porque de esta crisis no vamos a salir solos, ni como países ni como organización ni como personas.

Por esto, en esta columna me quiero centrar en el rol de las compañías, ya que con pequeñas acciones pueden contribuir mucho, sin la necesidad de nuevas leyes. Hoy estas tienen la oportunidad de ofrecer una gestión acorde a los nuevos tiempos, demostrando que sus stakeholders o grupos de interés importan no solo por conveniencia, sino porque hay un lazo colaborativo donde uno no existe sin el otro. Eso debe  impulsar a las empresas a buscar la mejora continua y crear instancias de acercamiento con su entorno, orientándose siempre al bien común y a acortar las brechas de desigualdad. Claramente subir el precio de artículos de limpieza en medio de la vertiginosa propagación del coronavirus va en sentido contrario. Lo mismo ocurre si no cuidamos a nuestros colaboradores –nuestros principales embajadores- y les pedimos trasladarse a la oficina, pudiendo hacer teletrabajo.

En la misma línea, se agradecen las medidas para apoyar a los emprendedores, fuerza económica que se está enfrentando a la cancelación de sus proyectos y actividades, quienes igualmente deberán pagar a fin de mes arriendos y sueldos, pero se debe seguir observando las consecuencias de esta crisis para ir implementando acciones en la medida que sea necesario. Salir de esto se logrará si todos trabajamos en conjunto: gobierno, pymes, medianas y grandes compañías, banca, trabajadores y otros actores.

¡Nadie gana teniendo más alcohol gel que el otro, porque todos debemos mantenernos sanos! Tampoco gana una empresa que sube sus precios en pleno caos. Un ejemplo lo demuestra la encuesta Cadem de la semana pasada, que reveló la estrepitosa caída en la evaluación hacia las farmacias, siendo incluso la peor institución evaluada, como un recuerdo de hace unos años cuando se destapó la colusión.

En ese sentido, destaco lo que están haciendo algunas empresas que están actuando para frenar las compras indiscriminadas para controlar el desabastecimiento y el egoísmo de muchos. Sin embargo, no deberíamos llegar al punto de que nos tengan que imponer reglas, sino que debiera partir de cada uno.

Espero que en estos días sobresalga la cara amable de toda crisis, y avancemos hacia un mundo más equitativo, diverso y con igualdad de acceso, donde las personas importen más que el dinero, y en el que prime lo colectivo y no lo individual.

En la cuarta revolución industrial estamos interconectados. La reputación, confianza, fidelidad y cariño por una determinada marca puede aumentar o caer dependiendo de tan solo una acción. Si se aprovecha del pánico de la gente, tarde o temprano le pasarán la cuenta. Al menos espero que así sea, porque la ética corporativa debe ser una constante. No la estamos exigiendo porque estamos enfrentando una pandemia ni para que sus clientes no los dejen de querer, sino porque es lo que corresponde siempre. El CÓMO se actué en esta crisis y a futuro, permitirá a las empresas ser sostenibles en el largo plazo.

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