Fidelidad con los hechos
Días atrás, el diario "El País" de España, publicó dos fotografías de una calle de México, una al lado de la otra. Técnicamente eran iguales, sin intervención, pixel por pixel. Pero, por ilusión óptica, se veían distintas. ¿Por qué? Lo que ocurre es que nuestro cerebro reconstruye la tercera dimensión teniendo en cuenta la perspectiva. Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de neurociencia de la Universidad Estatal de Nueva York, señala que este fenómeno sucede en el plano horizontal, ya sea de la calle mexicana (que publicó el diario) o de los rieles de un ferrocarril. Como se trata de una misma fotografía, no son dos calles ni dos vía férreas, que no se unen en el horizonte, "por lo que nuestro cerebro interpreta que no son paralelas, sino que en realidad se están separando. (La ilusión óptica se puede ver en la sección Verne (por Julio Verne) de "El País": https://verne.elpais.com/tag/ilusiones_opticas/a).
El relato anterior, a propósito de una carta de la lectora María Estela Poblete, que pregunta si las fotografías periodísticas revelan siempre la realidad. Su inquietud surgió del comentario publicado la semana pasada, en este mismo espacio, donde se afirmaba que "los lectores dan por supuesto que el periodista muestra lo real, porque esa es su tarea profesional".
Más allá de las ilusiones ópticas -que cautivan, aunque pueden desorientar- la fotografía periodística debe cumplir con todo el rigor ético en cuanto a veracidad, precisión y objetividad. Tal como ocurre en la redacción de la noticia, el oficio del reportero gráfico es obtener un testimonio de lo real. Y, la verdad periodística es, finalmente, la fidelidad con los hechos sobre los que informa.
Esto no se transa
El lector Samuel Barros señala que descubrió un error reiterado, que figura en el texto y en el subtítulo destacado de una información. La nota titulada "Las críticas de los diputados electos de RN en medio del debate valórico", que publicó La Tercera, señala que Karin Luck, diputada electa por el distrito 11 de Las Condes, expresa: "(...) La defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, no se tranza". En un subtítulo destacado, a un costado de la información, se repite la palabra tranzar, con zeta. El lector pregunta "¿Tranzar o transar?" y agrega que "parece que la diputada pronunció excesivamente la zeta... o alguien la puso por su cuenta".
Si el error ocurre una vez, puede tratarse de un problema de transcripción. Pero, dos veces, parece certeza...
Transar, con ese, es un verbo intransitivo y pronominal (usa los pronombres reflexivos me, te, se, nos, os, se), que significa que entre las partes se realiza una transacción o acuerdo de ceder en sus exigencias iniciales. Ceder y transigir son sinónimos de transar. Se usa también en economía, cuando se negocian bienes financieros, como transar títulos o divisas.
En cambio, tranzar con zeta -de poco uso en nuestro medio- también figura en el diccionario académico y se conjuga como cazar. Significa cortar o partir una cosa (el fuerte viento tranzó las ramas del árbol). Resulta obvio que lo que dijo la diputada es que hay principios que no admiten transacción. Es decir, que no se pueden transar.
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