Flexibilidad y cuidado en la vuelta a clases
Por Carmen Sotomayor, Instituto de Estudios Avanzados en Educación, Universidad de Chile
Se ha tomado una buena decisión al impulsar la vuelta a clases presenciales este año 2021, ya que se ha podido constatar la relevancia socioafectiva y académica que tiene el espacio escolar para los estudiantes así como para sus familias. Es, sin embargo, una decisión difícil y que no se sabe cómo resultará, porque es inédito lo que ha ocurrido con nuestro sistema escolar en pandemia. El Ministerio de Educación ha entregado orientaciones cuyo foco es la participación de las comunidades escolares, el bienestar socioemocional de los estudiantes, la flexibilidad curricular y, por supuesto, el cuidado sanitario. Se ha solicitado a los establecimientos escolares elaborar planes de funcionamiento, de manera participativa. Por lo que se nos informa, los colegios han estado diseñando las más variadas fórmulas que combinan clases en turnos de media jornada, clases con alumnos de manera presencial y remota, el uso de espacios diversos como bibliotecas, patios y gimnasios para acondicionar la distancia requerida.
Lo que vamos conociendo habla del enorme esfuerzo que están haciendo las comunidades escolares para poder llevar a cabo este plan y poder ganarse la confianza de sus apoderados a fin de que los niños y jóvenes vuelvan a clases, y se dispongan nuevamente al trabajo de la escuela. El esfuerzo es gigantesco, porque todo es inédito, todo es nuevo e incierto. Convertir otros espacios en salas de clases, ajustar los horarios de los turnos, resolver problemas técnicos para hacer clases híbridas, conseguir la motivación de los estudiantes, procurar la distancia y la higiene, son todos problemas verdaderamente complejos, especialmente, cuando se está trabajando con seres tan delicados como los niños y jóvenes, y sus familias.
Se debe reconocer una intención de flexibilidad y cuidado del bienestar socioemocional por parte de la autoridad, pero debemos estar muy atentos a que esta buena intención no sea traicionada por las evaluaciones diagnósticas, las presiones por abordar toda la materia o por pasar de curso al final del año escolar.
Por otra parte, no se ha previsto suficientemente qué hacer con los estudiantes que simplemente no volverán a clases, ya sea por temor de sus familias al contagio, por la necesidad de aportar económicamente en sus hogares -el caso de estudiantes de enseñanza media- o simplemente por la ambigüedad que podría generar el discurso de una vuelta no obligatoria. Cómo mantener estos contactos y anticipar salidas para que estos alumnos puedan continuar con sus trayectorias formativas es algo en lo que también se debe pensar ahora. No debiera menospreciarse, en este sentido, el rol que podría jugar en estos casos la educación formal de adultos y jóvenes, tan abandonada en el último tiempo.
Son desafíos complejos que tendrán que ir resolviendo directivos y docentes día a día. Por esto, tal vez lo más esencial de este proceso de vuelta a las aulas sea la escucha efectiva a las comunidades escolares, invitar a directivos y docentes a todas las mesas de decisión que puedan irse generando desde las autoridades nacionales o locales a fin de aprender de sus experiencias y valorarlas.
No hay otro camino que escuchar a los actores principales cuando se trata de una situación en que no hay respuestas claras y en que la incertidumbre seguirá tomándose el año 2021.
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