Focalización vs. renta básica universal
Por Ignacio Irarrázaval, director del Centro de Políticas Públicas de la UC
Qué duda cabe de que es necesario apoyar a las familias que están sufriendo una caída parcial o total de sus ingresos durante esta emergencia. Así surgió hace un año el Ingreso Familiar de Emergencia, que hasta abril había beneficiado a 3,7 millones de hogares, y que se ha ido renovando en función de la prolongación de los efectos de la pandemia. Se ha criticado que el Registro Social de Hogares ha sido lento, pero se debe considerar que este instrumento el año pasado tuvo un incremento de un 600% en las consultas. Evidentemente es perfectible, pero ha sido una buena medida, que ha funcionado y ha aliviado la situación económica de millones de familias.
Este apoyo, producto de la emergencia y por un periodo determinado, tiene mucho sentido. Por una situación excepcional y dado que el país puede endeudarse, parece razonable ampliar esta ayuda del 80% al 100% del registro, como se discute actualmente. Otra cosa muy distinta es instalar una renta básica universal en régimen, un programa que es muy caro y sus efectos no son claros. Las estimaciones de su costo van entre los 2 a 6 mil millones de dólares mensuales que son imposibles de financiar a permanencia, salvo que se eliminen todos los programas sociales focalizados y eso es totalmente regresivo. Lo dice el Banco Mundial, lo dice la evidencia internacional: una medida así aumentaría la pobreza y perjudicaría la igualdad.
Es cierto que los mecanismos de focalización no son automáticos y que una renta básica universal podría ser una transferencia mucho más automática y expedita. Pero en la práctica no hay forma de financiarla, ni reforma tributaria que pueda recaudar ese monto. El royalty minero, recientemente aprobado en la Cámara de Diputadas y Diputados, no alcanzaría ni para pagar siquiera un mes de renta básica universal.
Como plantea el reconocido economista Daron Acemoðlu en su artículo “Por qué un ingreso básico universal es mala idea”, estas medidas implementadas de forma permanente no pueden financiarse con deuda pública o emisión monetaria. Según las palabras del economista, “las propuestas para un ingreso básico universal son totalmente similares al ‘pan y circo’ de los imperios romano y bizantino: dádivas para desactivar el descontento y ablandar a las masas, en vez de ofrecerles oportunidades económicas y poder de decisión política”.
Desgraciadamente, la pandemia continúa, el mercado del trabajo no ha sido capaz de repuntar como se esperaba, por lo tanto, continuemos con ese apoyo a través del IFE. Se puede debatir si es el 80% o el 100% del Registro Social de Hogares, pero no desviemos la atención. Independiente del nombre, lo importante es entender que esta política pública funciona en la medida en que sea excepcional. Quienes quieran instalarla en régimen, deben comprender que se necesita mucho más que quitarle el apellido “de emergencia” para que dé buenos resultados.
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