Este es un relato de sobre cómo opera el machismo en la vida cotidiana y la defensa que se desarrolla cuando es interpelado, defensa que yo estoy conceptualizando como fragilidad masculina, en uno de mis estudios sobre conocimiento en la academia.

Este escrito reflexivo es para quienes en muchas ocasiones no encuentran las palabras para articular la molestia constante de esas violencias a las que nos vemos expuestas, esa dificultad de exponer la incomodidad que genera cuando las tenemos en nuestras reuniones, eventos sociales o conversaciones de whatsapp.

En tiempos donde el Whastapp es parte de nuestra vida cotidiana, nos vemos expuestos a muchas conversaciones e información constante de noticias y memes que nos llegan desde muchos lugares. Yo participo en varios, pero hay uno en particular que presto mucha atención, no solo porque somos un grupo de vecines y amigues, sino además, porque siempre hay temas interesantes expuestos.

En ese grupo somos seis mujeres y dos hombres. Uno de los hombres, lo llamaré Pepe, constantemente envía información y noticias, sin tomar nota, que muchas veces lo que envía ya había sido compartido por el resto del grupo. En más de ocasión, también ha enviado memes racistas o sexistas, esos típicos de la suegra o la mujer gorda, que pasan desapercibidos para muchas mujeres y hombres. Hace unos días, Andrea (cambie los nombres), posteo una noticia, a los segundos Pepe, posteo la misma noticia con una nota. A continuación se dio el siguiente diálogo:

Andrea: Pepe, acabo de postear lo mismo

Ana Luisa, No te preocupes, Pepe siendo Pepe, solo se lee a si mismo

Pepe: Eso es una infamia, solo edite lo posteado por Andrea

Ana Luisa: Eso se llama mansplaining. No basta que Andrea postee algo, debe ser editado por ti.

De inmediato, hubo otras reacciones de las mujeres del grupo con algún sticker. Una que argumentó sobre la violencia del mansplaining. Por supuesto, aquella que manda paz y amor para todes como una forma de minimizar la tensión y cuidar la comodidad naturalizada del machismo. Pero lo más complejo fue la reacción de Pepe.

En resumen, Pepe me acusa de sobre-reaccionar, que mal interprete sus intenciones y atribuye su mansplaining a un problema de comprensión lectora nacional pero no a su machismo. En su actitud defensiva, él no era machista, y lo que sucedió, no tenía nada que ver con machismo, o sexismo, o cualquier término que se le parezca.

Comienzo con este ejemplo tan cotidiano, porque es un común argumento que escuchamos entres nuestros círculos sociales cuando el machismo es ubicado al centro. Aflora, lo que yo llamo ‘fragilidad masculina’, un concepto que he ido construyendo desde los análisis de Robin Angelou sobre White Fragility para pensar el racismo. Fragilidad masculina, ha sido una conceptualización crucial que nos inspira a pensar más profundamente como los hombres entienden su sexismo y reaccionan defensivamente cuando este es interpelado. Es necesario clarificar, que la fragilidad masculina no es una debilidad, sino una herramienta importante para mantener y reproducir el sexismo y su institucionalización; el patriarcado. Al respecto, dos reflexiones claves para comprender la reacciones que estamos viviendo donde actitudes machistas se ven tensionadas.

Primero, interpelar el machismo es un desafío y crea momentos de incomodidad que en ocasiones se hacen insuperables para los hombres o las mujeres que crean discursos que usualmente justifican la violencia machista. Decir ‘todes somos amigues, o Juanito es buena persona o buena onda’, lo que hace es posicionar a quien ejerce la violencia en un lugar de víctima y proteger de esta forma su machismo.

En algunos casos, también opera el silencio que protege y mantiene la violencia sexista. Por lo tanto, esto no se trata de si la persona es buena o mala, o si hay intenciones genuinas de actores individuales, las intenciones no están separadas del impacto de los comportamientos. Focalizar el sexismo como actos individuales que se desarrollan con o sin intención por ‘gente mala’, limita la posibilidad de entender que mucha gente considerada ‘buena’ reproduce constantemente violencia sexista.

Tampoco el machismo está fundamentado en prejuicios o discriminaciones específicas, estamos hablando de una estructura de opresión basada en el género y construida por cientos de años. De nuevo, el patriarcado que fundamenta, no es un evento o una situación, es una forma de entender las relaciones humanas y nuestras posiciones en el mundo, en la que nos hemos socializado y donde hemos hecho natural comportamientos que resultan incómodos y violentos. Por ejemplo, hemos aprendido que por default se nos edite o los hombres expliquen continuamente lo que decimos sin que eso se considere violento, hemos aprendido que reírse de nuestros cuerpos o hablar y cuestionar nuestros cuerpos sea un lugar común. Si queremos interrumpir el sexismo, debemos tener la capacidad de sostener la incomodidad de no saber, pero al mismo tiempo, de dar espacio a todos los sentimientos incómodos que emergen en un situación donde opera el sexismo.

Segundo, y relacionado con lo anterior, transformar la violencia machista involucra comprender que el patriarcado es un sistema de violencia sexista que se ha construido históricamente y al alero del uso y apoyo de las instituciones, como la educación y el poder judicial, por mencionar dos instituciones que han estado en discusión desde Mayo 2018. Esto involucra reconocer las dimensiones históricas de las relaciones de género, y que es un trabajo que involucra tanto a mujeres como hombres, y que nos hace comprender todos los mensajes que recibimos para aprender a naturalizar el sexismo y su violencia.

En otras palabras, la violencia de género provocada por el sexismo no es un problema de las mujeres, y no debiera ser el trabajo de las mujeres tener que interpelar, explicar y sobre explicar cuando un comportamiento machista tiene lugar en un espacio, sea cual fuere. Incluso, el argumento de la 'mala interpretación’ o 'sobre reacción’ muy comúnmente usado resulta altamente complejo porque sitúa a quien hace la queja como el problema.

Lo que yo hubiese esperado de Pepe, hubiese sido una disculpa a Andrea, pero también, una apertura y agradecimiento para abrirse a comprender la situación incómoda que se había generado para al menos tres mujeres en el chat. Es responsabilidad de todes comprender cómo hemos sido socializados en términos de género, como esa socialización se manifiesta en nuestra vida cotidiana, y cuáles son nuestras respuestas cuando somos desafiades. No ayuda, ni aporta responsabilizar a quien hizo la queja, o la sensibilidad de quien hizo la queja, o el porcentaje de la comprensión lectora promedio del país.

Finalmente, compartí este escrito hasta el párrafo anterior con las personas del grupo. Pepe, se sintió altamente ofendido y argumentó que tiene muchas amigas mujeres, y que incluso había estado apoyando una actividad del movimiento feminista tomando fotos y convocando en su trabajo, y se fue del grupo.

Andrea, llamo a Pepe para solidarizar con él y empatizar con su dolor. La actitud de Pepe está escrita por libreto en análisis feministas previos, donde usualmente el hombre se siente ofendido cuando alguien interpela su violencia, cierra la puerta de un portazo y con ello cualquier conversación reflexiva sobre la situación y tensión que se vive entre una comunidad. Más complejo aún, genera sentimientos complejos en la comunidad desviando la atención del punto en discusión y movilizando toda la energía del grupo en lidiar con su victimización.

Yo, me mantuve recordando que la culpa no era mía, y tragué mis lágrimas en solitud frente a la actitud de Andrea. Andrea, considera que la actitud de Pepe no es necesariamente machista, pero sí se sintió incomoda como persona, no como mujer. El argumento de que todos somos personas, es bastante común para minimizar la violencia machista que se ejerce, ha sido estudiada además como una estrategia para bloquear la complejidad que involucra la violencia sexista en nuestras vidas. Sin embargo, sin intención, la actitud de Andrea me posiciona nuevamente en la típica killjoy y resguarda el machismo de Pepe. Mi dolor frente a eso, es que a pesar de todo este movimiento feminista, la sororidad es más compleja de lo que pensamos, y que la complicidad con el patriarcado no viene solo de los ‘jueces, los pacos y el Estado’, como dicen Las Tesis, sino de quienes tenemos a nuestro lado.

La pregunta clave que le dejo a Pepe y a todos los Pepes y amigues de Pepe, es; Que ha permitido que yo un hombre adulto y profesional no sepa qué hacer cuando mi machismo es expuesto? Una pregunta anterior, y altamente educativa, podría ser: ¿Cómo me siento y cómo reacciono cuando mi machismo es interpelado?

Los aprendizajes de esta experiencia y sus reflexiones: 1. Aprendamos a tolerar la incomodidad asociada a una honesta discusión sobre cómo hemos internalizado la violencia sexista en nuestras vidas. 2. Desafiar nuestra propia realidad de género reconociendo que nosotres somos seres socializados en género y con perspectivas limitadas y particulares de lo que significa ser hombre, mujer u otre. 3. Tomar una acción para posicionar nuestra propia misoginia, la misoginia de otres, y la involucrada en nuestras instituciones. Por último, tal como lo han dicho Robin Angelou, Sara Ahmed, Julia Davis, bell hooks, y tantas otras activistas feministas, re-educate y actúa!

PD:

Mayores detalles sobre la conceptualización de fragilidad masculina en un articulo en proceso de publicación: Muñoz-García, Ana Luisa, (2020), Masculine fragility into question in the process of doing knowledge

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