Gabriel Alemparte: La censura, desastre de una crónica anunciada

Karol Cariola - Gaspar Rivas


La elección y la censura de la Mesa de la Cámara de Diputados, con pocos días de diferencia, evidencia que la reciente política chilena ha olvidado –o nunca supo- en un halo de mediocridad, entender las máximas aprendidas con los siglos. Maquiavelo definió la política como un arte. “Hay tres clases de cerebros –decía-: el primero discierne por sí, el segundo entiende lo que otros disciernen y el tercero no entiende ni discierne lo que otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil” señalaba el maestro florentino, ese cuya tumba reza: “Ningún elogio será jamás digno de su nombre”.

Pareciera que hoy abundan a ratos los “terceros cerebros”, esos que “disparan desde la funda” del fanatismo voluntarioso, que no son siquiera capaces de sacar cuentas. A esos habría que regalarles un ábaco, esos de colores que usan los niños para aprender a contar en los jardines infantiles, para que entiendan de una buena vez, que la política es estrategia y no la pureza de lo que se quiere.

Simplificando “Politik als Beruf” de Weber podría, como cliché, calificarse a mucho político de fanático –en la Cámara abundan-, ese que ocupa el tercer cerebro, sosteniendo la ética de la convicción por sobre la de la responsabilidad. Se trata de la voluntad única que cree que su verdad es la pauta de conducta, algo propio del líder irresponsable. Aunque, digámoslo, unas páginas más adelante Weber pone en duda el conocido adagio al explicar mejor la contraposición y formular su distinción.

Pero volvamos a lo pedestre. Hoy, en la Cámara de Diputados muchos de sus miembros son elegidos con bajísima votación, hablan directamente a su feligresía en la inmediatez de los algoritmos, donde los mismos hablamos con los mismos, sin escuchar al resto.

El gobierno debiese en esto tomar nota de un pequeño detalle: al iniciar este período legislativo en 2022, contaba con 21 diputados más de los que cuenta hoy, los que votaban favorablemente a sus proyectos. Eso se ha perdido quedando en una posición cada día más frágil, suponemos que se habrán dado cuenta.

El más reciente episodio de la Cámara fue el de su elección, y posterior censura, e involucró no solo a las oposiciones y al gobierno. Las culpas son todas cruzadas y, como después de cualquier batalla, depende en qué posición se encuentre cada uno para analizar el fruto de un momento en que brilla como nunca la desconexión con una ciudadanía, a la que poco le importa la campanilla de la testera de aquella.

Seamos claros, la negociación se basó en un oficialismo-gobiernista que decía que el “acuerdo administrativo” no se estaba cumpliendo al levantar Joanna Pérez (DEM) su candidatura apoyada por las oposiciones. Si el “acuerdo” que se ungió en posición de santo grial, se hubiese cumplido a cabalidad el año pasado, el presidente de la Corporación hubiese sido el diputado Miguel Ángel Calisto (ex DC, hoy Demócrata). Pero más allá de los detalles, el acto más vergonzoso vino desde el gobierno (en la elección) y de ciertos diputados que misteriosamente no llegaron a votar, Ojeda (PR) por “quedarse sin celular” ante la destrucción del mismo por su hijo de tres años, frente a una oscura trama de investigación penal; y otro diputado que no alcanzó a tomar un avión. Ambos más tarde votarían a favor de la censura, amén de otros que esgrimieron motivos extraños por decir lo menos.

La impudicia del Ejecutivo –rompiendo cualquier ética de la responsabilidad- radicó en entregarle una vicepresidencia a una persona cuyos dichos y acciones distan con creces de ser capaz de estar donde se encuentra. Gaspar Rivas ha sido todo (Nacional Patriota, RN, PDG y quien sabe cuántas siglas más). Podría, en la práctica, denominarse un derechista (con el perdón de la derecha) dando discursos plagiados de teleseries, hablando con peluches, y por último, colgándose estrellas de sheriff. Si hay un exponente de ese tercer cerebro y de la ética de la convicción es Rivas, un disparo al aire.

Pero al oficialismo y al gobierno no les importó, más relevante era mantener la Cámara como coto de poder y ahí en la testera conviven una miembro del PC más duro, un nacional patriota y un democratacristiano gozando del regocijo de su minuto de fama. La derrota de las oposiciones presidida por Joanna Pérez fue por un voto, recordando amargamente a aquellos que perdían aviones a última hora o destruían teléfonos, que son hoy día los primeros en levantar la voz frente a una derrota en la censura de la Mesa presidida por Cariola.

De todos los actos, de este triste y pobre espectáculo –sobre el cual Maquiavelo, Bonaparte o Weber habrían podido escribir sobre la insensatez humana- el colofón fue la censura intentada ayer por el Partido Republicano acostumbrado a este actuar. En cinco ocasiones (con los ministros Siches, Ávila, Jackson, Ríos y Montes) han construido o amenazado a la rápida con acusaciones constitucionales y una censura, para lanzarla sobre la mesa y forzar a Chile Vamos a tener que sumarse, descompuestos por perder ante esa derecha dura que los acusa de blandos. Eso hizo antes, incluso con acusaciones de bajísimo nivel argumentativo y jurídico, pero no importó. La idea es arrinconar, en vez de unir a las oposiciones, como si ese acto de corto plazo rentase para alguien, más allá del duro 44%, que jamás ha superado esa derecha.

En el día de ayer, los seguidores de Republicanos se enfurecieron, porque algunos no siguieron su manida estrategia ya demostrada como inútil, de crispar a las oposiciones.

De partida desde el centro político (Centro Democrático) hubo una abstención generalizada, que muchos seguidores de la derecha más voluntariosa no pudieron entender, bramando en ataques contra los mismos sectores que aplaudían el 4 de septiembre de 2022, o bien, en diciembre del año pasado apoyando el “A Favor” o cuando el Senado eligió su reciente Mesa. Desde ese sector deben saber que el Centro Democrático no es ni hará lo que se quiera cuando las cosas se hacen mal.

La política es o debe ser una actividad basada en la ética de la responsabilidad y no el voluntarismo que nubla la vista. No se lanza una censura a la Mesa o una acusación constitucional si no tienes votos. Si lo haces ganas a corto plazo, tensionas y puedes generar el punto político, pero ayer, ni aunque todas las abstenciones hubiesen votado a favor de la censura, se tenían los 77 votos para lograrlo, solo se alcanzaban 75 votos. Los “terceros cerebros” aún no pueden sacar la cuenta.

De esta forma, la censura reafirmó a Cariola a la cabeza de la Cámara por segunda vez, gracias a la “magnifica” maniobra que Chile Vamos, atragantado con razón, calificó de improvisada y amateur. El gobierno celebró, se tensionaron las oposiciones y se demostró que la política no es el arte de fagocitar al otro, sino un delicado entramado de acuerdos para llegar al propósito que se requiere. Actuando así las oposiciones al gobierno serán castigadas, por su inoperancia y sus espectáculos (para qué nombrar la negociación o más bien las chambonadas de Las Condes o Santiago).

Por último, lo que los promotores de la censura no vieron, es que la Mesa actual más temprano que tarde cometería errores garrafales por la composición de la misma. Eso es evidente, esa mezcla no augura ningún futuro, como decía Bonaparte, era tiempo de esperar que el adversario cometiese un error para hacer valer las mayorías, pero finalmente los interrumpieron, primando los “terceros cerebros” nuevamente.

Si Maquiavelo supo algo de esto desde su tumba, en la pequeña Iglesia de la Santa Croce, alejada de los circuitos más turísticos de Florencia, se habrá reído y le habría servido para comprobar la incapacidad del ser humano en ciertos momentos.

Lo dramático para nosotros es que todo este espectáculo, ocurre en la Cámara de Diputados de Chile, la misma que a esta hora, tiene bajo su tramitación proyectos claves en materia de seguridad pública y los problemas que aquejan a Chile.

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